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Un concierto sobresaliente

El segundo de los conciertos incluidos dentro del Festival Ángeles y demonios de la OCG se mereció un sobresaliente, pues sus elementos fueron de una alta calidad y la conjunción de todos resultó sublime. Al magnífico papel de la orquesta se unió el ya fuertemente consolidado Coro de la OCG, ambos puestos bajo la docta batuta del director James Judd. Y como guinda del pastel tuvimos tres grandes solistas vocales para la segunda obra del programa: la contralto Barbara Hölzl, el tenor Lothar Odinius y el barítono Markus Volpert.

Dos obras, una por parte, formaron el programa. La primera, la Sinfonía núm. 1 Primavera de Robert Schumann, que desborda optimismo y vitalidad. Elaborada en sus temas, y proporcionada en sus movimientos, representa por su emotividad melódica y su concepción estructural un prototipo de sinfonía romántica. Para interpretarla, Judd escogió unos tempi animados que no le impidieron describir con precisión el trabajo motívico que el compositor entreteje a través de los distintos grupos orquestales. La OCG demostró una vez más la calidad solista de sus músicos, especialmente en la sección de vientos. Las cuerdas sonaron timbradas y equilibradas, bajo la supervisión del concertino Friedemann Breuninger. Es evidente que, cuando existe química entre el director y los músicos nuestra orquesta supera sus habituales altas cotas de calidad.

La segunda parte se consagró a La primera noche de Walpurgis, una cantata con acompañamiento orquestal basada en textos de Goethe. Formada por una obertura y nueve números, su interpretación se realiza sin pausas entre sus secciones, en un intento de darle unidad argumental a través de la música a la selección de textos que el propio Mendelssohn realizó. La partitura requiere un fino trabajo de dirección para equilibrar las ricas fuerzas orquestales y la importancia argumental de las partes corales. Nuevamente, Judd demostró haber profundizado no sólo en el verdadero significado de la música, sino también en cómo ponerla en atriles con la mayor efectividad. El resultado fue asombroso.

El coro de la OCG ha adquirido una madurez artística y un color vocal poco usuales en coros de tan corta edad. Cada una de sus intervenciones llenó la escena con una musicalidad y expresividad idóneas. Además, destaca el encomiable esfuerzo por hacer comprensible el complicado texto en alemán, sobre todo por la velocidad con la que James Judd acometió algunos números. Junto a ellos, los tres solistas vocales mostraron igualmente no desmerecer el conjunto. A la breve pero sentida intervención de la contralto Barbara Hölzl hay que sumar la belleza y potencia vocal del tenor Lothar Odinius en el papel de druida y el barítono Markus Volpert, potente en sus registros.

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