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Cómo crear un 'best-seller'

  • El jerezano Juan Pedro Cosano y su personaje, el abogado de pobres Pedro de Alemán, son una apuesta de Martínez Roca para reventar el mercado

llamé al cielo y no me oyó

Juan Pedro Cosano. Martínez Roca. 678 páginas. 20 euros

"Ya me ves, de pluriempleo", dice Juan Pedro Cosano con una sonrisa de niño chico. Y así es. Cosano es abogado por las mañanas y escritor por las tardes. Un escritor de éxito. De momento, un éxito moderado, pero sus editores, Martínez Roca, una división de Planeta, están convencidos de que en Cosano habita una máquina de vender libros. Jamás lo hubiera soñado este letrado jerezano de 55 años que dirige uno de los principales bufetes de su ciudad y que ha llevado casos muy sonados relacionados con la corrupción. "He escrito a lo largo de toda mi vida, pero nunca pensé que fuera a ser leído por alguien más que mis amigos". Un premio, el de Abogados de Novela, lo cambió todo hace dos años.

Abogados de Novela es un producto de Planeta que hacía justicia a un trasvase permanente entre ambos oficios. "Los abogados nos pasamos el día conociendo historias, pero leyendo y escribiendo en ese lenguaje jurídico tan aburrido. La literatura es un magnífico escape. Por eso hay tantos abogados escritores", razona Cosano. La catedral del mar, del abogado barcelonés Ildefonso Falcones, que fue la novela más leída en España en el año 2007, o el fenómeno del penalista berlinés Ferdinand von Schirach, cuyos libros encabezan siempre las listas de los libros más vendidos en alemán, son sólo dos ejemplos del tirón que los abogados pueden llegar a tener entre los lectores. Pero por encima de todos ellos se encuentra John Grisham, que se ha hecho multimillonario con sus intrigas legales.

En el caso de Cosano, la novela El abogado de pobres, sorprendió al jurado del premio. Se trataba de un thriller judicial de esos que dejan sin aliento, ambientado en el Jerez del siglo XVIII y poblado de personajes con gancho, nítidamente dibujados, reconocibles en sus respectivos papeles. Ahora los personajes de aquella novela regresan en Llamé al cielo y no me oyó, una segunda entrega con una trama igualmente galopante.

Todo empezó por un personaje, un abogado, claro, Pedro de Alemán, que vive en el Jerez de mediados del XVIII. Es un idealista, un paladín en defensa de los desamparados, un fustigador de los poderosos. Le digo a Cosano que Pedro de Alemán es como Batman, su amigo el procurador es como Robin y que el malvado señor de Gibalbín es Joker. La fórmula es imbatible con esos tres arquetipos. Se sonríe. "La verdad es que yo quería matar a Gibalbín en la primera entrega, pero la editorial no me dejó. Decían que ese malo era un filón".

Y es que el malo es muy malo, algo que se agradece. Un malo de una pieza mezclado en crímenes y villanías en un escenario que es un callejero del Jerez de la época que es un personaje más, "aunque ni abuso de los localismos ni del cultismo en el lenguaje. Hago literatura para entretener. Leo mucho, pero no me considero, ni mucho menos, un intelectual".

La idea de Juan Pedro Cosano sobre la literatura es sencilla: "Aquella literatura que no entretiene es la que no tiene calidad. No hay nada que me ponga más nervioso que sufrir cuando leo, me entran ganas de tirar el libro contra la pared". Por eso menciona como un autor de referencia a Arturo Pérez Reverte. Eso es algo que gusta a la potente editorial que le apadrina y que está dispuesta a hacer del abogado jerezano un Grisham a la española, pero mezclándolo con novela histórica. Si al cóctel le añadimos mujeres que aman y sufren, huérfanas y mancilladas, tenemos el producto perfecto para un target muy apetecible, el de la mujer lectora de mediana edad. A Cosano no le importa, le complace: "El título original del libro era El crimen de la calle de la sangre, pero la editorial pensó este otro precisamente pensando en ese publico porque consideraban el mío demasiado oscuro, más destinado al lector de novela negra, aunque hay un poco de todo en esta historia".

Los personajes de Cosano enganchan con una facilidad pasmosa y mezcla novela histórica, melodrama, trama criminal y ficción judicial con una naturalidad que el lector acaba por no saber en qué género está, totalmente abstraído por las peripecias de una coralidad de personajes que acaban confluyendo en un tronco común con un único objetivo: no tirar el libro contra la pared. "Quizá me dé pánico leerlo dentro de cinco años, pero releyéndolo, la verdad, me ha gustado".

Para conseguir ese ritmo trata de no ser prolijo en las descripciones derivadas de una investigación histórica, "que tampoco es muy exhaustiva, lo justo para que no existan demasiados anacronismos, que seguro que alguno hay. Pero todavía ningún abogado de los muchos que leyeron mi primera novela me ha escrito para decirme te pillé en tal cosa o tal otra". Lo mismo hace con las leyes de la época o con los procesos judiciales, "lo que tampoco es muy difícil porque el enjuiciamiento civil hasta el año 2000 no era muy distinto al que había en el siglo XVIII. En cuanto a lo penal, me tomo mis licencias porque por encima de todo está la trama. Me lo tengo prohibido: nada de latinajos, nada de tecnicismos".

Los alegatos del héroe, Pedro de Alemán, son ágiles, aunque ahí Cosano afirma que cuenta con un truco. "Pedro de Alemán no tiene nada que ver conmigo, pero sus discursos están escritos con el mismo estilo que yo propongo en los juicios y los interrogatorios con esos cambios súbitos son los que yo utilizo como abogado. Cuando Pedro de Alemán está defendiendo a un cliente sí, es Juan Pedro Cosano".

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