literatura

El cuentista accidental

  • La editorial Lumen ha reunido en un magnífico volumen lo más destacado de la narrativa breve del barcelonés Juan Marsé, con un prólogo del crítico literario Ignacio Echevarría

Juan Marsé no se ha prodigado demasiado en el cuento; lo suyo son las distancias largas y ahí ha llegado lejos, muy lejos, en no pocas ocasiones. En cambio, su cultivo del relato ha sido esporádico y ha respondido, en general, a compromisos concretos, en respuesta a alguna invitación para colaborar en un libro colectivo, revista o suplemento literario. En más de cincuenta años de carrera, Marsé sólo ha publicado un libro de relatos, Teniente Bravo (1987), y un volumen recopilatorio a cargo de Enrique Turpin, Cuentos completos (2002), que intentaba hacer tabla rasa en esta mesa revuelta. En el prólogo de Colección particular (Lumen), que reúne lo mejor de su obra breve, Ignacio Echevarría se refiere a estos cuentos como de "canas al aire de un novelista". El símil es afortunado. Marsé los escribió en esos ocasionales escarceos fuera del lecho conyugal, traicionando su fiel matrimonio con la novela. Sea como fuere, la naturaleza accidental de estos relatos no los priva de una íntima e intensa coherencia; Juan Marsé se ha movido siempre dentro de unos horizontes narrativos muy definidos.

El escenario privilegiado es una vez más Barcelona -esa ciudad que él y Manuel Vázquez Montalbán y Eduardo Mendoza nos han hecho admirar a distancia- y las tramas se entretejen de nuevo con las mimbres de la memoria, la aventura y la ensoñación, un defecto de carácter de sus personajes que los lleva a meterse en no pocos berenjenales. Varios cuentos lucen la honda cicatriz que el cine dejó en generaciones enteras, el papel decisivo que tuvo el Séptimo Arte en nuestra educación sentimental, las muchas ideas que nos inculcó, muchas erradas, y así nos ha ido luego. En Historia de detectives un puñado de chavales de la posguerra juega a emular a sus héroes de la pantalla, que entonces eran Humphrey Bogart y sus herederos, y entretienen el tiempo siguiendo por las calles a los vecinos del barrio sospechosos de ocultar algo y, ya saben, el que busca encuentra. En estas páginas hay evocaciones certeras del día a día durante la dictadura franquista. Algunos son retratos en escorzo, como el de Teniente Bravo, una magnífica pieza sobre la imagen viril que de sí pretendía perpetuar aquella España mohína, una imagen tan obstinada como a la postre patética; otros son retratos de cuerpo entero, como las imágenes de ayer entrevistas en El fantasma del cine Roxy o las estampas sepia del relato que da título al volumen, Colección particular, que se publicó por entregas en El País entre diciembre de 1988 y mayo de 1989.

La obra cuentística de Marsé tiene algo de esbozo, apéndice o digresión de su obra novelística. En Colección particular aparecen algunos personajes esbozados en Ronda del Guinardó (1984) que reaparecerán en El embrujo de Shanghai (1994), estrechando unos sutiles lazos invisibles entre estas narraciones. En Parabellum corretea descalza y desvergonzada la muchacha de las bragas de oro… Curiosamente, las tentativas de salir de este territorio conocido no han acabado de dar los frutos esperados. En respuesta a una propuesta de Fernando Trueba, Marsé escribió Conócete a ti mismo, Fritz, una sinopsis para un futurible guión, incluida en esta antología. La película empezaría en Berlín después del fin de la II Guerra Mundial y continuaría en Argentina, dieciséis años después, y tendría como protagonistas a nazis huidos de la justicia, agentes del Mosad y españoles exiliados. El guión nunca se escribió, pero la sombra del genocidio judío se proyecta en una hermosa obra posterior, Noticias felices en aviones de papel (2014), que la editorial Lumen publicó en un volumen de exquisito diseño con ilustraciones de María Hergueta.

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