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La dama inconforme

  • Satori publica un conjunto de relatos del antiguo Japón que ponen en solfa los tópicos de la época

La literatura japonesa está de moda. Y no es ésta una afirmación inocente como podría parecer a primera vista. Que algo esté de moda tiene sus pros y sus contras. Para los amantes de las letras niponas, que haya un puñado de editoriales que le presten atención a esta literatura es una buena noticia. No lo es tanto la falta de rigor de la que a veces adolecen algunas de estas publicaciones. Satori es una de las primeras editoriales que empezó a tomarse en serio la edición de calidad, la traducción directa y la recuperación de obras clásicas y modernas de las letras japonesas. Y en ese empeño permanece, sin rendirse a lo obvio, intentando recuperar también textos menos conocidos, más difíciles de encajar en eso que podríamos llamar el gran público lector de literatura exótica.

Es éste el caso de los once textos publicados bajo el título La dama que amaba los insectosy otros relatos breves del antiguo Japón, diez relatos y un fragmento, de autor o autores desconocidos, datados entre el año 1050, en el periodo Heian, y 1233, ya en el periodo Kamakura. Como bien nos advierte el traductor Jesús Carlos Álvarez Crespo en el prólogo de esta edición, sobre estos textos se desconoce casi todo, aunque por su origen puedan ser calificados como "los relatos breves más antiguos de la historia del mundo sensuestricto".

Son estas narraciones la curiosa expresión de la sociedad de una época en la que la cultura estaba celosamente restringida a un selecto grupo de mortales que formaban parte de la corte cerrada de un emperador, con su correspondiente emperatriz y concubinas, descendiente directo de los dioses. La mano desconocida que los compuso y recopiló conocía a fondo las reglas del juego de esta sociedad marcada por la más férrea etiqueta, en la que todo estaba ordenado y en orden, en la que se cuidaba hasta el más mínimo detalle para conseguir el efecto estético y moral deseado. También era una persona conocedora de las obras literarias principales de su época. De hecho algunos de estos relatos están inspirados en episodios de obras como Genji monogatari (Historia de Genji), de Murasaki Shikibu; Makura no Soshi (El libro de la almohada), de Sei Shonagon; o el anónimo Taketori monogatari (El cuento del cortador de bambú).

La literatura, en concreto la poesía, jugaba un papel fundamental como elemento de relación y comunicación entre hombres y mujeres. Componer poemas bien o mal podía marcar la diferencia entre el ascenso o no en la escala social, y, por supuesto, en el acceso a las damas de familias influyentes. Las mujeres también debían estar a la altura en estos lances poéticos porque en el Japón antiguo no existía amor (entendido en el más amplio sentido) sin poesía, sin intercambio de poemas. Por eso, como ocurre en otras obras de la época, estos textos están trufados de poemas que marcan el ritmo de las relaciones personales entre hombres y mujeres.

Nos encontramos frente a un puñado de historias cortesanas construidas a remedo de los clásicos pero sazonadas de ironía, jocosas, a veces irreverentes, marcadas por un peculiar sentido del humor. El autor, o autora (no podemos olvidar la importancia de la literatura escrita por mujeres durante el periodo Heian), le da la vuelta a algunos de los tópicos estéticos y literarios de la época. Como ilustrativo ejemplo, el relato que da título al libro: La dama que amaba los insectos, protagonizado por una hermosa joven de buena familia que no guarda la compostura debida -y exigida- en su época, que se niega a teñirse los dientes de negro y a depilarse por completo las cejas para pintarse otras más pequeñas casi en la frente, como estaba de moda entre las damas de la corte; que no quiere perseguir mariposas y contemplar flores para cumplir con los ritos de la nobleza, sino que disfruta coleccionando gusanos peludos y diminutos monstruos voladores. Dama inconforme y rebelde en la estela de esa princesa brillante de la luna, Kaguya-Hime, protagonista de Taketori monogatari que tampoco se conformaba con su destino, que no quería permanecer encerrada en los convencionalismos, aunque en su caso estos fuesen de otro tipo.

Quizás porque su autor no se sentía en la obligación de responder ante nadie, estas breves historias reproducen estampas costumbristas en las que se ponen en solfa los tópicos literarios de la época. En ellas, los caballeros no siempre llevan a buen término los lances de amor y roban a la dama equivocada (El teniente que arrancó la flor de cerezo), las parejas se forman de manera imprevista (Los tenientes que pernoctaron con personas inesperadas) y las damas coquetas espantan a sus pretendientes con sus afeites (Negro de humo).

La dama que amaba los insectos y otros relatos breves del antiguo Japón, editado por el sello asturiano Satori, nos revela las imperfecciones de un mundo perfecto, consigue convertir en humanos a seres casi divinos, transforma los arquetipos literarios en personas de carne y hueso, nos ayuda a comprender la realidad, la vida verdadera, que fluye acompasada a los delicados sonidos de la biwa tras los biombos lacados del viejo Japón.

LA DAMA QUE AMABA LOS INSECTOS...

Anónimo. Trad. y prólogo de Jesús Carlos Álvarez Crespo. Satori Ediciones. Gijón, 2015. 176 páginas. 18 euros

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