Actual

Él y ella: la despareja

Compañía: Tenemos Gato. Texto: Luis Felipe Blasco Vilches. Intérpretes: Homero Rodríguez Soriano y Cristina Rojas. Diseño escenografía y luces: Julio Fraga. Diseño y realización vestuario: Cristina Simón. Dirección: Julio Fraga. Lugar: Teatro Alhambra. Fechas: 5 y 6 de mayo de 2012.

Una vez más, Él y Ella en escena. La pareja en conflicto -o la "despareja" como se nombra en el programa de mano- anclada en la greña, la bronca, el gruñido. Y de nuevo, monologada en escena (aún calzando diálogos aquí y allá), en ese tono directo, coloquial y descarado que se impone a menudo como una jerga de juventud -más o menos eterna- y, desde luego, (falsamente) natural.

Una ama de casa acelerada y un albañil icono de la masculinidad (que hubiera resultado más tragicómico, tragicomedia se subtitula la pieza, si además hubiese sido impotente, como los machos de Vitalino Bracanti), con un hijito pequeño que catapulta, enfatiza, llegado el caso el desafecto, desencuentro, la des-pareja, que no la acción dramática -que como en todo monólogo, en sentido estricto, no hay. Hay, un viraje final, un no sé sabe muy bien qué esperanzador; que apunta a un cambio -no de las circunstancias del personaje, sino de la percepción, la mentalidad; un cambio de ánimo que no llega a ser un cambio de mirada, por mucho que se juguetee con la imagen del espejo ...y estoy guapa, en la medida en la que ese tono coloquial no alcanza densidad discursiva y, por tanto, de personajes.

Lo que no falta en escena, entre el equipo de esta joven compañía malagueña del que éste es su segundo espectáculo, son ganas y un buen trabajo de dirección e interpretación. Se da a ver en una puesta en escena visualmente sencilla, aunque también algo plana, tal vez demasiado frontal, aburrida como narrativa específica añadida al resto.

Echamos en falta en el grueso del espectáculo más imágenes poéticas y fuertemente narrativas como el comienzo de la pieza, apunta acertadamente desde la imaginería visual hacia el monólogo estructural del ser, el yo, y a la dificultad de apañárselas entre el deseo, la lengua y las subjetividades. Cuando más atractiva resulta la pieza es, precisamente, en aquellos momentos en los que calza el monólogo interior en mitad de una escena dialogada.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios