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El discreto encanto de la intrascendencia

Programa: The grand tour, coreografía de Joe Layton, música de Noël Coward, libremente adaptada y orquestada por Hershy Kay; Take five, coreografía de David Bintley, música The Dave Brubeck, transcrita por Colin Towns; The Dream, coreografía de Frederick Ashton, música de Félix Mendelssohn-Bartholdy, arreglada musicalmente por John Lanchbery. Director: David Bintley. Conjuntos musicales: Orquesta Ciudad de Granada, The Colin Towns Band, Coro de la catedral de Birmingham. Director musical: Paul Murphy. Lugar y fecha: Teatro del Generalife, sábado 7 de julio de 2012. Aforo: Lleno.

El segundo programa del Birmingham Royal Ballet estuvo dedicado a demostrar las cualidades técnicas de los integrantes de este excelente conjunto británico, del que ya subrayé algunas de sus características en la divertida versión de Coppélia. En la noche de despedida ofrecieron un programa variado, en formas y estructuras, pero unido por el denominador común de la intrascendencia donde, a pesar de todo, el público puede encontrar el discreto encanto de los tonos menores, sobre todo cuando tan acostumbrado está a los ridículos argumentos burgueses de los grandes ballets románticos, cuyo remedo no faltó tampoco en la velada.

Comenzaba el programa con una pantomima muy del gusto de los musicales norteamericanos -no en balde su coreógrafo, Joe Layton, fue un famoso director de escena en Broadway-, The grand tour, que utiliza temas musicales del británico Noël Coward, libremente adaptados y orquestados por Hershy Kay. Un hipotético viaje en barco en los años 30 de una americana que encuentra en su travesía a personajes famosos, desde el propio Noël Coward o Mary Pickford a Bernard Shaw y Gertrude Stein, lo que 'justifica' una insustancial coreografía, amable, divertida, pero reiterativa. Sólo la salva de la modorra la técnica desplegada de los bailarines en un hilván de debilidad coreográfica.

Aunque igualmente basado en resaltar las cualidades técnicas de los bailarines, su versatilidad y su profunda formación, Take five tiene más fuerza expresiva y juvenil, dentro de una idea de danza más de acuerdo con los cánones modernos de hoy, en una coreografía dinámica de David Bentley, director del Birmingham Royal Ballet. Sobre un admirable cuarteto de jazz en el escenario, The Coli Towns Band, las evoluciones danzantes se suceden con pulcritud, fuerza y un sentido de comunicación muy estimable, resaltando cuartetos, pasos a dos, solos y danzas conjuntadas, dentro de un ritmo constante y bien definido. ¡Menos mal que la música era en directo y el cuarteto y los bailarines surgían de un mismo fresco espíritu creativo!

Cerraba el programa un remedo coreográfico neorromántico, The dream, basado en la idea del Sueño de una noche de verano, de Shakespeare, con música, a veces traidoramente adaptada para la danza, por John Lanchbery, de la obertura de Mendelssohn y una coreografía insulsa de Frederick Ashton que queriendo emular a los grandes clásicos como Petipa, se queda en mera imitación. Obra antigua en la creación del, por otro lado, excelente coreógrafo británico, no aportó en su momento nada nuevo de especial interés. Su Oberón, sus hadas, su duendecillo, los mortales que se cruzan en el espectáculo son tan convencionales que llaman la atención, incluso teniendo en cuenta las atrabiliarias licencias banales de los ballets burgueses. Eso sí, tiene notable escenografía de Peter Farmer, estimables pasos a dos, una idea de conjunto con cierto sabor a rancio y demasiado edulcorado que, como tantas veces ocurre en los ballets mediocres, lo salva el trabajo de bailarines y bailarinas. Destacaré la labor en este sentido de Joseph Caley, Natasha Oughtred y Mathias Dingman y, en general, el elegante, medido y sólido cuerpo de baile que integra esta notable compañía británica, pese a algunos fallos o resbalones sin importancia.

Una vez más, muy bien la orquesta Ciudad de Granada, con voces del Coro de la Catedral de Birmingham y, naturalmente, el vibrante The Colin Towns Band. La música y la técnica de los danzantes nos salvaron de una noche intrascendente que no pasará a la historia de los capítulos de danza del Festival, aunque dejó gotas de frescura y juventud y, sobre todo, la ductilidad y capacidad del elenco para abordar con rigor todos los secretos de la danza.

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