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El drama del Lazarillo

  • La escenografía que se vio en el Centro Lorca era contemporánea con elementos antiguos La música, que fue interpretada en directo, trasladaba al público al siglo XVI en nuestro país

Quien alguna vez pensó que la historia del Lazarillo de Tormes era graciosa, después de ver la versión que ayer presentó la Compañía Claroscuroen el teatro Alhambra ha cambiado la sonrisa por la tristeza. Porque Claroscuro aborda esta obra tal y como es, sin artificios y con toda su crudeza. La vida de un niño al que su madre entrega a un ciego porque no lo puede mantener. Lo entrega porque en la España de la época morían cientos de niños al día, muchos por inanición. Niños a los que dejaban tirados de cualquier manera, abandonados como bolsas de basura en los caminos para que los recogieran los llamados carros de la muerte.

Este niño lo entregan como Lazarillo a un ciego que lo maltrata sin piedad. Y Claroscurono busca, como sí se ha hecho anteriormente en otras representaciones arrancar la carcajada o las risas del espectador. La compañía muestra la impotencia del niño con toda su crudeza.

Afortunadamente, el papel de Lazarillo lo hace un títere, pero un títere con tal expresividad que despierta toda la ternura del espectador. El autor es un imaginero de la Semana Santa, Antonio Espadas, de Úbeda. Está realizado en materiales modernos como fibra de vidrio pero con un aspecto de escultura del siglo XVI a tamaño real. Tres personas eran necesarias para manipularlo.

En la obra se ve la muerte, la miseria, la maldad, la desesperanza y desolación de la España de aquella época. Muy bien realizada la adaptación dramática. No hay humor en el momento que le rompen una jarra de arcilla en la boca y le parten siete dientes. No hay humor en otros episodios donde se emplea la violencia contra el niño. El espectador la siente, por lo que la empatía está a flor de piel.

Fabulosa la música en directo, toda de la época, del siglo XVI, con obras que perfectamente pudo escuchar el Lazarillo. La canción del Emperador de Luys de Narváez; Todos los bienes del mundo de Juan del Enzina: el Tiento de Alonso de Mudarra. Estupenda interpretación muy fidedigna de la época de Sara Águeda -arpa de dos órdenes y canto- y María Alejandra Saturno -vihuela de arco-. Las 23 partituras que suenan a lo largo de la obra se entrelazan con el argumento. Muy fidedigno el vestuario en los tonos ocres que utilizaban los más pobres.

Por ponerle un pero, el acento de la conductora de la historia, que en ocasiones no se entendía bien.

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