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Como elefante en una cacharrería

  • La Piedra Lunar, un nuevo sello impulsado desde Andalucía, se alía con internet y las librerías para reivindicar la necesidad del oficio y "reformular el contrato editorial" con humor y osadía

Con una "mezcla bien llevada de modestia y ambición intelectual", dice Alberto Marina Castillo, que sigue el viejo refrán, "despacito y buena letra". Es así como La Piedra Lunar acaba de sumarse a la constelación de pequeñas editoriales que desde un profundo amor al oficio y con una sensibilidad lúdica y artesanal se empeñan en recordar que no, que los libros no se acaban, porque "siempre queda algo por leer, y por lo tanto, por editar", y que si acaso algo estuviera acabándose, sólo es el modelo de negocio tradicional del sector.

"Hay muchas editoriales, y no hablo en broma, que no se enteran", dice Marina Castillo, profesor de Humanidades y de Traducción, crítico de jazz durante una larga época, agitador cultural tan festivo como erudito a tiempo completo y ahora también alma de este sello nacido en la capital hispalense como prolongación, ya mucho más articulada, primero de la publicación musical Discóbolo y de Proyecto Long Play después.

"Fue algo así como un prototipo o experimento", cuenta sobre la exposición que organizó para el Centro de Iniciativas Culturales en el verano de 2011, un proyecto dentro del cual se editó un álbum-catálogo que fue la primera referencia de La Piedra Lunar, y a la vez algo más que eso: "Entonces no estábamos preparados para darle continuidad a un catálogo editorial como el que ahora iremos presentando, pero era ya una declaración de intenciones: hablaba de nuestros intereses variados y hasta pintorescos, de una vocación heterodoxa y lunática, de la posibilidad -que nos apetece explorar- de jugar con los formatos sin despreciar el que sigue siendo nuestro formato y objeto preferido: el libro, sin rodeos, sin oropeles".

Volviendo a la idea antes esbozada: ¿de qué no se enteran muchas editoriales? "El negocio editorial recae a menudo en desaprensivos que no leen ni una sola página al día o al año, y no pueden -porque no saben- comprender que ese reposo del libro sobre el estante es necesario, que los escaparates hay que disponerlos con amor y paciencia; pienso en los divertidos montajes de Un Gato en Bicicleta, o en esos escaparates que uno se detiene a repasar con fruición: Birlibirloque, La Fuga, Reguera..., que son como un aperitivo de lo mucho que el librero va a enseñarnos", relata Marina Castillo.

Tampoco se enteran muchas, -continúa- de que "las decisiones editoriales no deben basarse en estudios de mercado ni mirando de reojo a competidores potenciales, ni pueden tomarlas gerentes ni coachers, sino lectores consumados y apasionados, a la altura de los tiempos y las circunstancias, convencidos de que los títulos que publican encontrarán a su vez numerosos lectores por la sencilla razón de que los merecen". Se trata, resume, de "ofrecer un disfrute genuino, saber comunicar y contagiar el contento que proporciona la lectura de ciertas páginas".

No se sabe nunca si más torrencial que entusiasta o viceversa, el editor es consciente de la naturaleza quijotesca de su discurso. "En un mundo en pleno desmantelamiento y ruina", dice, involucrarse en un proyecto de este tipo "supone a menudo adoptar el disfraz de kamikaze". "No es que no debamos esforzarnos por descrubrir y ofrecer novedades, no es eso: es que nuestro trabajo debe aspirar al detenimiento y la perdurabilidad, y no puede someterse sin conciencia a las pautas del mercado", apunta sobre la eterna batalla de cualquier editor con la actualidad. Sobre las peculiaridades del sello, habla -con guasa- de "una ética profesional lunática". Aunque los objetivos no son precisamente una broma. "Nos interesa reformular el contrato editorial equiparando, por ejemplo, la figura del traductor a la de autor, y dotando a ambos de un margen de beneficios considerable, digno. ¿Cómo? No tengo una respuesta definitiva, por supuesto. Pero para intentarlo renunciamos a trabajar con distribuidoras y ofrecemos nuestros productos en nuestra web, en fiestas y en una red de librerías con las que trabajamos codo con codo, en un trato directo. Es un riesgo que nos parece necesario asumir. La labor del editor es indispensable, pero está por ver que lo sea también la del distribuidor, al menos la del distribuidor convencional. Esto acarrea mucho más trabajo y complica las cosas, pero a la larga creo que resultará satisfactorio y hasta rentable".

Todos estos planteamientos previos responden, ni más ni menos, al deseo de no arruinarse publicando libros. Los de La Piedra Lunar, detalla, aparecerán en varias colecciones: La Piedra Lunar, la serie mayor, que abarcará ensayo, narrativa, clásicos...; Biblioteca de Sabiduría Urgente, "anticuado epígrafe" bajo el que se publicarán escritos divulgativos "en la estela de colecciones como Que sais-je? o la editorial Labor"; Discóbolo, para producciones y colaboraciones discográficas; y ExPress, concebida como plataforma para obras de condición esencialmente experimental, como las Cintas Vírgenes, una colección que aprovecha las carcasas de las antiguas casetes de música como encuadernación para obras breves y raras o para adelantos editoriales.

Proyecto Long Play: Pintura que se oye, música que se ve, ahora reeditado, y una cinta virgen de La autora de la Odisea, de Samuel Butler, son los dos primeros lanzamientos del sello. Y tras otros, le seguirán las Geórgicas de Virgilio en la versión de Francisco Socas, "probablemente el mejor traductor vivo de Occidente", sostiene; La Germania de Tácito de Engels al nazismo, del filólogo clásico italiano Luciano Canfora -"un grande, me tiemblan las rodillas mientras trabajo con sus textos", confiesa-; la "novela western" No habrá más sol tras la lluvia, el debut de Miguel Cisneros, "escritor magnífico y jovencísimo"; La piedra lunar de Wilkie Collins en una nueva traducción de Elena Sánchez Orta; o Hegel para legos, de Juan Antonio Rodríguez Tous, "algo así como un Enzensberger de aquí", dice, "la única persona, que yo conozco, capaz de hacerte entender a Hegel o Derrida o Fichte sin que dejes de reírte y maravillarte".

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