Crítica

La elegancia de un histórico del jazz

  • El trombonista es una leyenda que ha sabido rodearse de excelentes músicos

La elegancia de un histórico del jazz

La elegancia de un histórico del jazz / Antonio L. Juárez PS

Última sesión del festival, posible por el apoyo del Ayuntamiento de Granada y por el esfuerzo económico del público, que ha ido llenando cada una de las sesiones. La afición lanza un mensaje con su compromiso. Hemos podido ver también, con la coordinación del profesor y fotógrafo Andrés Castillo, imágenes de años anteriores, gracias a la mirada de Alberto Jiménez, Juan Jesús García, Pepe Torres y José Miguel Gutiérrez, en esos minutos previos a cada actuación y que pueden disfrutarse en un video-álbum en la web del festival.

Construyen, desde perspectivas diferentes, todo un imaginario que ayuda a comprender y sentir esta música. El esfuerzo que hacen, que hacemos al tomar fotografías de estas sesiones, se convierte con el paso del tiempo en un documento de gran valor y, además, en una nueva narrativa, en construcción cultural que aúna varias pasiones. El jazz se alimenta de su propia iconografía visual.

Concierto de clausura del Festival de Jazz Internacional Concierto de clausura del Festival de Jazz Internacional

Concierto de clausura del Festival de Jazz Internacional / Antonio L. Juárez PS

Y en este cierre, la delicadeza de una visión más tradicional, que se agradece especialmente, sobre todo por la enorme calidad de la formación liderada por el trombonista norteamericano Steve Turre. Presentaba su disco Generations, un recorrido por composiciones propias donde hay mucho de biográfico, ya que es uno de los grandes y ha trabajado con los mejores, como Ray Charles, Art Blakey o Dizzy Gillespie. Además, ningún problema en combinar estas canciones con estándares a lo largo de la noche.

Como ejemplo, el inicio del concierto, con una versión de Hojas de otoño, esa adaptación norteamericana de Les feuilles mortes, de Joseph Kosma, aquel alumno de Bartók cuya melodía se convirtió en un ejemplo de la conexión europea con el jazz. Toda una declaración de principios, donde dejaron claro que, en su sistema bastante serio, concentrado y pautado, íbamos a disfrutar de una noche inolvidable. Como otras sesiones de este año, un momento idóneo para aficionarse a esta música si se escuchaba por primera vez.

Había partituras en el escenario y se les prestaba atención. Los papeles en el jazz hacen posible actuar coralmente en la melodía principal, seguir con precisión los acordes de cada fragmento y, contando compases, algo que siempre se hace, establecer entradas y salidas, aunque un buen líder se encarga de esa coordinación, como fue el caso. Turre estaba encima de cada detalle, de cada decisión y de las duraciones en la rueda de improvisación, asegurando el clima necesario para hacer buena música en cada momento, convirtiendo realmente la noche en una jam session. Llegó a cortar discretamente el amago de un largo solo de batería, quizá por la confianza, ya que se trataba de su hijo, Orion Turre. Todo, en beneficio de mantener la esencia de cada tema, que fue presentando y explicando brevemente al público, como las composiciones de su disco Dinner with Duke o Flower Power, entre otras.

Concierto de clausura del Festival de Jazz Internacional Concierto de clausura del Festival de Jazz Internacional

Concierto de clausura del Festival de Jazz Internacional / Antonio L. Juárez PS

Esas partituras evidenciaban un trabajo minucioso y la presencia de gente muy seria en el escenario, repleto de jóvenes valores a los que hay que seguir con mucho interés. Tanto, que estábamos ante uno de los mejores timbres de saxo tenor y soprano que se escuchaba en mucho tiempo en Granada, con Benjamin Solomon. En ese instrumento, el sonido se convierte en un sello inconfundible, siendo resultado de mucho trabajo y esfuerzo. El saxofonista y luthier Luis Martín destacaba a la salida, con acierto, la elegancia de no abusar de armónicos o sobreagudos. Sin embargo, el gran descubrimiento fue el pianista Davis Alexander, el mejor que ha pasado por esta edición del festival en 2022. No hay discusión al respecto. Fue capaz de asegurar el acompañamiento, pero cuando se escuchaba su voz propia ofreció unos desarrollos tan brillantes como respetuosos con la tradición. Y eso, en una moda de cierta oscuridad en los pianistas actuales, es una gran novedad. Desde el siglo XXI, y sin instalarse en estereotipos clásicos, fue capaz de recordarnos a los grandes.

Y, después de ese recorrido, en una noche de puro jazz, llegaron las caracolas, un instrumento que ofrece la madre naturaleza y que no es solo una experimentación con sonidos, que también, jugando con los ecos del piano y con el tono humorístico que la propia situación tiene. Cuando pensábamos que iba a ser una anécdota, Steve Turre interpretó All Blues, del mítico disco kind of Blue de Miles Davis, con 5 o 6 caracolas. Y vaya si sonaba, requiriendo a veces dos a la vez. No se me ocurre mejor defensa del medio natural y la sostenibilidad, en una experimentación que explicaba en la entrevista realizada por Juan Manuel Cid en este periódico. Yo había escuchado algún toque de corneta con una goma de regar, pero esto que hace Turre es otra liga. Y con ese ambiente marino, tras un bis y en un oportuno cierre, finalizaba un festival extraordinario que salió adelante a pesar de que era imposible. Instituciones y empresas deben tomar nota del mensaje de miles de personas que votan en las elecciones y consumen según qué marcas. El apoyo a la cultura genera una reputación y un conjunto de intangibles muy importantes en una ciudad como Granada.

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