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La endémica precariedad del artista granadino

  • El nuevo estatuto de los trabajadores de la cultura todavía crea escepticismo en un sector históricamente maltratado

  • "Sería la primera reforma en firme desde el franquismo", afirman

La vida laboral del artista nunca ha sido un camino de rosas. Pocos son los casos de los poetas, novelistas, dramaturgos, actores, cantantes o pintores que a lo largo de la historia han sobrevivido a nivel económico gracias a su trabajo. A la mayoría de creadores en la actualidad le cuesta llegar a fin de mes. La precariedad está a la orden del día. El pasado mes de junio, tras año y medio de reuniones en la subcomisión del Ministerio de Cultura, la propuesta presentada por Podemos para constituir un estatuto que estableciese una legislación que recogiese y pusiera solución a las dificultades específicas de los trabajadores de la cultura en España fue aprobada.

Entre las problemáticas pendientes de resolver en el sector cultural se encuentra erradicar la precariedad instalada, sobre todo en sus clases medias y bajas; y crear una nueva legislación tributaria específica que contemple la intermitencia inherente al trabajo de los creadores -no todos los días tienen una función, un concierto- y darles, por primera vez en democracia, una protección laboral digna y equivalente a la de cualquier trabajador.

La situación de los artistas en Granada no es diferente al marco presentado en el informe de la subcomisión, si acaso más acentuado por su condición geográfica y económica, bastante alejada de los estándares y la ingente demanda del público que se presenta en ciudades como Madrid y Barcelona. La financiación y la estructura del sector también difiere.

El productor Raúl Comba, que lleva más de 30 años colaborando con la bailaora Fuensanta La Moneta, opina que en Andalucía "a no ser que vendas a una estrella del rock, el único mercado respecto a la danza se encuentra íntimamente ligado a las instituciones". Esto provoca, señala, "mecenazgo precario" y "una aglutinación de proyectos por parte de las instituciones públicas con un dinero que, en muchas ocasiones, no invierten".

La opinión de Comba sobre el mal funcionamiento de las institucional en el plano cultural también coincide con la de la directora jienense afincada en Granada, Sara Molina. "Conozco casos de autores que han tenido que hipotecar su casa para poder realizar un espectáculo. La gente no sabe el trabajo y el dinero que hay detrás de un montaje", reprocha Molina, que confiesa que el Ayuntamiento le debe dinero desde hace un año, lo que le ha obligado a pedir "un crédito para poder abonar el sueldo a los actores".

El discurso se repite asimismo cuando habla la actriz y cantante Concha Medina, que tuvo que optar por diversificar su trabajo para llegar a fin de mes. "Los artistas arriesgamos mucho, sobre todo a nivel personal. Muchos ensayos no pagados, una vida muy difícil. Existe una fragilidad aplastante en gente que ha estudiado mucho. Además, en estos tiempos uno tiene que hacer un duro trabajo de marketing en redes sociales, venderte a ti mismo constantemente, porque si no parece que no existes, y eso es un plus", explica. Tampoco se le escapa a Medina mencionar cierto sesgo de género: "Parece que encima tengo que tener 20 años eternos".

La precariedad en el campo de la práctica escénica es algo que se repite en todos los ámbitos de la cultura, lo que crea cierto escepticismo a la hora de plantear una solución a corto plazo para los artistas.

Preguntado por la nueva propuesta del congreso, el escritor Alfonso Salazar admite que "se trata sólo de un estatuto, falta todo un desarrollo legislativo". "Hasta que esto no se produzca será únicamente una lista de buenas intenciones. Propuestas como cambiar el régimen de tributación son al final el chocolate del loro. Hablamos de un trabajo históricamente en precario y lo que más me preocupa es el rango de artista en el que se piensa a la hora de hacer la nueva ley. La mayoría de estos trabajadores son mileuristas o con un salario más bajo. Ahí es donde está la cuestión", reflexiona Salazar.

Si bien el documento aprobado en el congreso plantea soluciones cara a resolver las dificultades económicas del sector, como exenciones en IRPF del 30% o una bajada del IVA del 10% que aligeren su declaración de la renta, el fondo de la problemática de la precariedad existente en las condiciones laborales de los artistas parece de mayor complejidad.

La artista plástica, comisaria de exposiciones y profesora en la Facultad de Bellas Artes, Regina Pérez, piensa que "no se trata sólo de la financiación, sino de la noción que tiene la ciudadanía de la cultura y sus trabajadores". Pérez dice que es "absurdo que no se entienda que la cultura también puede sostener un modelo productivo". La creadora pone el ejemplo de Málaga: "Ha hecho una apuesta fuerte por el arte que les está dando unos resultados que además repercuten en el ámbito de la educación, generando un proyecto a largo plazo". La artistas cree que "se debe empezar por algún sitio, aunque genere unas dinámicas y unas complicaciones posteriores".

"La sociedad entiende que un artista, al no tener un trabajo estable, se dedica a un hobby. Lo más importante es obtener un reconocimiento social", recalca. Pérez propone medidas muy sencillas, pero muy eficaces, como tener que pagar la cuota de autónomo si el artista no ha percibido ingresos en cuatro meses o facilitar la apertura de espacios culturales para el ensayo y/o creaciones de espectáculos".

Si ha de señalarse un lugar en la ciudad que está apostando por revitalizar culturalmente parte de la ciudad es Espacio Lavadero, uno de los principales puntos de encuentro entre los jóvenes creadores granadinos en la actualidad. El espacio cultural es multidisciplinar y en él se practican las artes plásticas, la música y las artes escénicas desde una perspectiva contemporánea.

Su director, Miguel Ángel Carretero, al igual que Pérez Castillo, plantea que "con un apoyo institucional inteligente Granada podría tener su propia marca y cambiar la forma de producir de la ciudad". La visión de estos dos artistas se parece en gran medida a la de los entrevistados, lo que da pistas de cuál parece el camino que genera más consenso entre el sector de la ciudad "hacen falta espacios, zonas de encuentro, fijándose en otros ejemplos exitosos como Matadero en Madrid".

Respecto a la música, el cantautor Alberto Alcalá, después de vivir casi una década en Granada, es tajante al respecto. Alcalá declara que, si bien por un lado es necesario defender los derechos de los trabajadores la cultura, esta ha de medirse con precaución y sin idealizar la legislación cultural de otros países. "La iniciativa me parece estupenda, aunque creo que un modelo como el francés puede llegar a provocar que los artistas dejen de hacer sus proyectos propios y originales por llegar a un número de conciertos o a un número de representaciones. Podemos vernos rodeados de bandas tributos a Queen y perder a creadores que ahora optan por una vía quizás más complicada pero que es necesaria", reflexiona. Tal y como explica el antequerano, "no se trata de idealizar la pobreza del artista", pero "si que es verdad que hay un momento en que la apuesta por trabajar en el ámbito de la cultura ha de tener una dificultad que te haga saber si vales o no, igual que ocurre en todas las profesiones".

El estatuto despierta, en definitiva, un debate que permanecía dormido desde los albores de la transición democrática y que dejaba en un limbo legal a los cerca de 500.000 trabajadores que en la actualidad se dedican profesionalmente al ámbito cultural en España y que, aún a día de hoy, no le permite vivir de su trabajo, según apuntan los diversos estudios sectoriales, a un 75% de los mismos.

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