arte

La estética de la destrucción

  • La artista Dalia Khamissy presenta en el Centro Cultural García de Viedma de Armilla sus fotografías sobre la devastación en Líbano

En julio de 2006, el ejército de Israel comenzó un durísimo conflicto bélico armado contra las fuerzas de la organización chiíta Hezbolá en los territorios del sur del Líbano. Todo el país sufrió numerosos y graves bombardeos que afectaron duramente, entre otras, a las ciudades de Tiro y Beirut. La muerte y la destrucción se hizo presente en una zona demasiado castigada por la incongruencia de unos y otros, con la aquiescencia indiferente de los más poderosos.

El mundo asistió atónito a una descarnada realidad que, una vez más y como ocurre siempre, los más inocentes y las propias ciudades sufrieron el cruel desgarro de la destrucción y la muerte. Fueron unas pocas semanas que, de nuevo, traía a lo más noticiable a un país excesivamente castigado y protagonista a la fuerza. Pasados los treinta y cuatro días que duraron los acontecimientos, la dureza extrema de los hechos sólo quedó en los territorios que la sufrieron; las noticias buscaron nuevos horizontes que ofrecieran sus episodios de actualidad.

La fotógrafa libanesa Dalia Khamissy, sin embargo, quiso que el testimonio de lo que había sucedido permaneciera patente para que el mundo supiese de la crueldad de lo sufrido. Un año más tarde, recorrió la escena de la guerra fotografiando la realidad de lo ocurrido. Ya no había guerra pero su silente presencia imponía toda su aplastante potestad.

Lo que encontró mostraba la descarnada situación de un escenario mutilado y ausente de humanidad, la artista tenía ante sí muchas posibilidades llenas de elementos inquietantes. Podía plantear el testimonio periodístico y noticiable de un pueblo devastado; pero podía hacer algo más y Dalia Khamissy se decidió por aprehender de todo aquello su identidad artística.

La exposición, que ha realizado un periplo itinerante por varias salas de importancia, llega patrocinada por el Centro Andaluz de la Fotografía, todo un aval que deja bien a las claras la significativa entidad de una obra que va mucho más allá de la realidad que manifiesta.

Dalia Khamissy se introduce en el escenario descarnado de la guerra pretérita y encuentra imágenes duras, extremas, terroríficas, implacables y, sobre todo, con una carga infinita de desolación que se traduce como en una especie de silente decorado al que el tiempo ha depositado una carga de gélida manifestación. Muebles que fueron hasta bellos, estancias que vivieron momentos de esplendor, han dejado su existencia en el horizonte del recuerdo y han pasado a ser tristes decorados de un teatro en el que la sociedad desquiciada a desempeñado su trágico papel.

En la obra de la artista libanesa se admite el dolor, la destrucción y la muerte -no podía ser de otro modo ante tanta objetividad-, sin embargo, en las inquietantes imágenes se adivinan, asimismo, una especie de estética del horror, de plástica manifestación de lo desolado. Se respira una especie de belleza de la destrucción. La realidad ha sido patinada por el tiempo de un misterioso aliento cromático; encontramos juegos entre extremos: las presencias y las ausenciasel estrépito que causaron las bombas y el silencio atroz de lo que ha quedado, la belleza viva de lo que fue y la triste perpetuidad de lo que ha permanecido tras los agujeros de los proyectiles; paradojas, en definitiva, que la artista ha sabido transmitir, extrayéndolas de una realidad conformada mediante la destrucción y el horror.

Centro Cultural García de Viedma, Armilla

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