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La estupidez 'Jackass' llega al cine de catástrofes

Acción, catástrofes, EEUU, 2014, 89 min. Dirección: Steven Quale. Intérpretes: Richard Armitage, Sarah Wayne Callies, Jeremy Sumpter, Nathan Kress, Matt Walsh, Arlen Escarpeta, Jon Reep, London Elise Moore, Kyle Davis. Fotografía:Brian Pearson. Cines: Cinema 2000, Kinépolis.

Lo siento: me gustan las películas de catástrofes con o sin bichos. Desde San Francisco a El coloso en llamas o Aracnofobia, pasando por Cuando ruge la marabunta o La senda de los elefantes. Ya sé que no he citado ninguna de las catastróficas películas de catástrofes que pululan en la era digital-palomitera. Pero también las veo sin disgusto cuando las pasan por televisión o la obligación me urge. Aunque es cierto que en las últimas dos décadas, por remontarme a Twister que este año celebra su 18 aniversario, la apoteosis y perfección de los efectos ha hecho creer a los productores que se puede prescindir de los guionistas para basarse únicamente en los efectos. Y esto no era así en los años 30 -cuando Anita Loos escribió los líos entre Tracy, Gable y la MacDonald en San Francisco-, ni en los 50 -cuando el genial trío formado por Carl Stephenson, Ben Maddow y Philip Yordan escribió la tortuosa relación entre el calentón puritano de Heston y el desahogo de la Parker-, y ni tan siquiera en los 70, cuando Stirling Silliphant -otro grande- creó papeles para el maravilloso y hortera geriátrico en llamas habitado por Holden, Astaire, McQueen, Newman, Vaughn, Jennifer Jones, Dunaway o Robert Wagner. Prescindir del guión creyendo que la catástrofe puede llenar todo el metraje es el grave error de todas las últimas películas de este subgénero. También de El Ojo del huracán.

Catástrofe en la era YouTube en la que todo se graba y se difunde, esta película tiene la leve trama habitual -conflictos familiares resueltos por la meteorología y arrojo suicida de los cazadores de tornados- que se cree suficiente para soportar el despliegue de efectos especiales potenciados por el relieve que, desde el principio, nos lanza los trozos del logo de la Warner como si fueran pedradas. Lo peor, o lo mejor para los fans del cine como parque de atracciones, es que gran parte de la película está rodada cámara en mano (con mal pulso) o desde las tomas subjetivas de los nuevos ingenios de captación de imágenes para dar una mayor sensación de realidad (como el que maneja el hermanito del adolescente con problemas con su padre, que se pasa la vida con la camarita en la mano y al director le parece un recurso estupendo para meternos en la historia). Pero no, esto no es lo peor. Me resistía a decirles que además de los cazadores de tormentas con sus cámaras y del niño grabalotodo con la suya, hay un grupo de gamberros descebrados tipo Jackass (con cámaras subjetivas, naturalmente) adictos a grabar sus disparates.

Las recreaciones de los tornados son técnicamente perfectas. ¡Qué menos! Para ella la solitaria estrella. Lo demás -dirección, guión, interpretaciones- simplemente no existe. O no debería existir (la filosofía final es de traca). Con En el ojo de la tormenta la imagen-basura entra en el cine de catástrofes.

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