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Un feliz reencuentro con la OCG

Programa: Wolfgang Amadeus Mozart, 'La clemenza di Tito' (obertura) y 'Sinfonía núm. 41 en Do mayor "Júpiter" K 551'; Ludwig van Beethoven, 'Concierto núm. 4 para piano y orquesta en Sol mayor, op. 58'. Orquesta Ciudad de Granada. Solista: Vestard Schimkus (piano). Director: Manuel Hernández Silva. Fecha: Viernes, 30 de septiembre. Aforo: Lleno.

La Orquesta Ciudad de Granada comienza un nuevo curso su temporada, y lo hace con un concierto sinfónico en el que figuraron dos de los grandes nombres del repertorio: Mozart y Beethoven. Dentro de la línea de la tradición centroeuropea, la OCG no quiso arriesgar en su primer programa, apostando por valores seguros bien conocidos ya por el gran público.

Desde hace un par de temporadas nuestra orquesta nos tiene acostumbrados a un tipo de programación que ahonda en las grandes figuras del repertorio; esta opción, poco arriesgada, agrada al gran público y asegura la taquilla, aunque de vez en cuando se eche de menos una programación más cargada de contenido y que sea capaz de despertar la sorpresa de los más iniciados. Sin embargo, comenzar una temporada con dos de las grandes figuras del repertorio puede considerarse una opción sensata y equilibrada, ya que los comienzos pueden suponer el inicio de nuevas aficiones, y para ellos es mejor ir a lo seguro.

Para este programa inaugural se optó por invitar al director Manuel Hernández Silva, quien desbordó entusiasmo en su dirección, consiguiendo algunos buenos momentos que estoy seguro quedarán en las mentes de los asistentes. Viva y resuelta fue la obertura de La clemenza di Tito, última ópera de Mozart y quizás una de las más personales dentro del repertorio. Esta obertura, que despliega cierto aire popular pese a la seriedad del argumento escénico, fue la excusa perfecta para que Hernández Silva se hiciera con las fuerzas interpretativas de la OCG. Con un tempo muy dinámico y resaltando a la perfección el trabajo motívico de la partitura, fue un buen comienzo para un concierto tan esperado como éste.

Como plato fuerte de la primera parte se interpretó el Cuarto concierto para piano de Beethoven, una obra que por muchos aspectos se sale ya de los patrones clásicos y anticipa un romanticismo incipiente. Hernández Silva equilibró perfectamente los efectivos orquestales para dar al solista, el joven pianista letón Vestard Schimkus, rienda suelta a su expresividad. Schimkus decidió explorar al máximo la dimensión romántica de este concierto, si bien en algún momento pudo resultar excesiva su inclinación. De un virtuosismo digno de admiración, acometió la parte solista con una concentración y una clarividencia extraordinarias; su pulsación era incisiva y ligera al mismo tiempo, y sus desplazamientos por el teclado siempre certeros. Tan sólo cabría reprochar el excesivo uso del pedal, que por momento enturbiaba su interpretación. Aún así, el público quedó tan satisfecho que prolongó su aplauso hasta el punto de obligar al solista a dar dos propinas: un Estudio para la mano izquierda de Godowsky, y una versión de Somewhere over the rainbow, canción original de Harold Arlen.

La segunda parte del concierto se dedicó por entero a la interpretación de la Sinfonía núm. 41 en Do mayor 'Júpiter' de Mozart. Esta última sinfonía de Mozart supone un verdadero testamento estético, ya que en ella desarrolla la forma clásica al máximo, dentro de las aportaciones que el autor hizo al género. Manuel Hernández Silva describió una muy correcta versión de la partitura, con algún que otro altibajo. Comenzó la sinfonía con mucho brío, atacando el primer movimiento con un tempo resuelto en el que el juego dinámico de los vientos madera y los metales resultó bastante efectivo. El segundo movimiento quiso cargarlo de tensión contenida, aunque por momento hubo caídas de tensión perceptibles desde el patio de butacas. Por su parte, los movimientos tercero y cuarto remontaron en interés y fuerza expresiva, con algún mínimo desajuste fruto quizás de un exceso de entusiasmo poco compensado.

En definitiva, se puede decir que fue una velada feliz, sobre todo por la satisfacción que supone volver a encontrarnos con la Orquesta Ciudad de Granada y con su maravillosa afición.

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