Actual

El futuro se nos está echando encima

  • Francis Pisani y Dominique Piotet reconstruyen una realidad compleja donde internet es una privilegiada red de comunicación

Hace sólo tres lustros, el común de las gentes aún situaba el ciberespacio en los confines de la ciencia ficción (de hecho, el término había sido acuñado por un reputado autor de fantaciencia: William Gibson). En la actualidad, ese mundillo -ese "sexto continente", en feliz definición de Tomàs Delclós- ha sido completamente vulgarizado, en todos los sentidos, y se haya firmemente instalado en nuestra cotidianidad; a más de uno, pongo la mano en el fuego, le sería inconcebible la existencia sin esa ventanita al mundo que es Internet. Por eso, por su importancia, porque el futuro está cubierto por las nubes orondas de 'lo digital', al ciudadano le conviene conocer lo mejor posible una herramienta que será asimismo un ámbito decisivo del porvenir. En la oferta actual, un turbión bibliográfico ingente, despunta La alquimia de las multitudes, un título sugerente con subtítulo explícito: Cómo la web está cambiando el mundo.

Francis Pisani y Dominique Piotet proponen un acercamiento a una realidad compleja insistiendo en sus beneficios; y se agradece, sin rehuir sus debilidades. En principio, La alquimia de las multitudes hace hincapié en la implantación de Internet como privilegiada red de comunicación: "Ha sido veinte veces más rápida que el teléfono, diez veces más rápida que la radio y tres veces más rápida que la televisión. Por no hablar del desarrollo de la red de carreteras o del ferrocarril", apuntan, para luego pasar al análisis del estado de la cuestión y de las principales tendencias que se están dando en su seno: la consolidación de los servicios de mensajería, la irradiación de los blogs personales o el boom de las redes sociales, así como la honda trasformación (o trastorno) del modo de hacer cultura, política y negocios. En busca del matiz, Pisani y Piotet acuñan un nuevo término: 'webactores'; ya no cabe hablar de simples internautas que se contentan con surcar las aguas del ciberespacio, sino de usuarios activos que cambian el curso de las corrientes, el trazado del fondo marino y los litorales de este espacio sin espacio.

Los grandes protagonistas son los jóvenes. La mayoría de los adolescentes han conocido internet desde pequeños -para ellos, internet ha existido siempre- y lo han incorporado a su vida diaria sin mayores problemas. Hogaño, espacios como Facebook o Tuenti se utilizan como antaño usábamos la plazoleta, como un punto de encuentro lejos de las miradas de los adultos. Las diferencias son abismales, permítaseme una digresión, no sé si oportuna. Antes, en un pasado cada vez más lejano, los cabestros de mi generación nos desvivíamos por conocer tan solo a las chicas del pueblo de al lado; ahora, por contra, los jóvenes se prodigan por doquier y quien no tiene un conocido en el quinto pino es un don nadie. La impresión de uno (condenado a ser un carcamal en estas cuestiones) es que todas esas confraternidades virtuales crean una falsa sensación de compañía y promueven una idea de amistad tan volátil como el mismo medio en que nace. Quienes entran o caen en esas redes sociales presumen de la multitud de contactos de su agenda, pero hablamos de una "abundancia" no siempre intercambiable por "riqueza".

Los hábitos de conducta están sufriendo una drástica mudanza gracias a o por culpa de la Red (que cada cual elija). En ámbito universitario, se ha consolidado una dependencia del alumno, absoluta y absorbente, de motores de búsqueda como Google, ya canonizados -yo he oído llamarlo San Google-, o de sitios como Wikipedia, cuyos contenidos pocos se molestan en contrastar con otras fuentes. La onda expansiva alcanza todos los frentes sociales, hemoicho. En internet se está manifestando una nueva forma de participación ciudadana o de hacer política; recuérdese la campaña de YouTube, en Estados Unidos, cuando invitó a los usuarios a colgar vídeos caseros con preguntas dirigidas a los candidatos a la presidencia.

La red está transformando el modo de hacer negocios y multiplicando los espacios del mercado (y los tipos de explotación, por supuesto). También está afectando al mundo editorial y a la manera en que el lector se aproxima al mundo del libro y de la literatura, y es arduo calibrar cómo repercutirán estas novedades en nuestras vidas. Todo esto y mucho más, imposible de resumir en una reseña, está expuesto con encomiable claridad en La alquimia de las multitudes. Su interés está fuera de discusión. El futuro se nos está echando encima y uno debe estar preparado.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios