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La hija pródiga

La glamourosa Vinila Von Bismarck, entonces conocida como Irene, volvía a la sala donde dio sus primeros pasos antes de su asalto al estrellato. La inquietud por el esperado regreso de una hija pródiga era la sensación más extendida entre los escasos asistentes a este nuevo y original evento conocido como Festival Zona Z. Sus responsables se proponen aglutinar en torno a este nombre una propuesta múltiple e itinerante que abarque no sólo la música, sino que en un mismo paquete el visitante foráneo disfrute de una oferta artística, cultural y gastronómica, con degustaciones gratuitas, visitas monumentales y el acceso al festival de cine documental y musical In-Edit de Barcelona.

El primer ensayo se ha llevado a cabo en Granada, desde donde se pretende exportar, y ciñéndonos a lo estrictamente musical, el evento muestra algunos de los artistas más interesantes del panorama nacional. La primera de estas noches arrancó perezosa y prácticamente desierta con los madrileños Zoo. Poco a poco la sala fue cogiendo un aspecto más presentable, aunque a los organizadores les queda mucho trabajo por delante si quieren que el proyecto acabe cuajando. Los pobres chicos de Zoo, ya conocidos por anteriores visitas a la ciudad, siempre les toca bailar con la más fea. Parecen abonados a lidiar con un público raquítico que acude a una llamada que no es la suya. Despojados de los trajes de otras ocasiones, siguen planteando una música tan apresurada y contundente como fatua es la huella que deja en el oyente.

Pero salió al escenario Krakovia, el nuevo proyecto del prolífico David Kano, la mente pensante que hay detrás de otro grupo canalla predilecto de la sala: Cycle. Para Krakovia se ha rodeado de un elenco de músicos solventes que a modo de súper grupo muestra en directo una eficacia y un brío que apenas se intuye en su álbum de debut Road movie, más disperso de lo que la banda propone en vivo y para muchos algo parecido a un hype nacional de temporada, de esos que de cuando en cuando lanza el sello Subterfuge.

Con Guille Mostaza del grupo Ellos, Juanjo Reig y Javier Geras, Krakovia suenan poderosos y compactos, como un auténtica apisonadora de punk-rock de onda industrial y regusto germánico. Escuchando su directo uno echaba de menos a la pertinaz parroquia de góticos aguerridos de rostro pálido que pueblan la noche granadina. Con los temas de su disco y una versión de Parálisis Permanente, convencieron con un show cuyo peso recae sobre la revitalizante garganta del cantante alemán -al menos de vocación- Petra Flurr. Aunque el efecto euforizante lo provoca la sicalíptica Vinila Von Bismarck, que de rubio platino introduce el elemento cabaretero al rock bien musculado del grupo. Moviéndose con absoluta soltura sobre sus taconazos, dejó un momento impagable antes de abandonar el escenario recogiendo bajo el brazo su atrezzo, como Marilyn antes de subir al tren en Con faldas y a lo loco. Tras ellos unos Delorean cada vez más inmersos en la música de baile de inspiración ochentera, menos siniestra y más hedonista, tendieron el puente perfecto hacia una noche larga.

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