Crítica de Cine

Ni honra, ni barcos

warcraft. el origen

Cine fantástico, aventuras, EEUU, 2016, 123 min. Dirección: Duncan Jones. Guion: Charles Leavitt, Duncan Jones (Historia: Chris Metzen). Música: Ramin Djawadi. Fotografía: Simon Duggan. Intérpretes: Travis Fimmel, Robert Kazinsky, Ben Foster, Toby Kebbell, Dominic Cooper, Paula Patton, Daniel Wu, Clancy Brown. Cines: Kinépolis, Cinema Serrallo, Cinema 2000 Neptuno, Artesiete Alhsur.

No podían imaginar los buenos de Rider Haggard, Robert E. Howard o Tolkien que con sus novelas y sagas, publicadas entre la última década del siglo XIX y la primera mitad del XX, iban a provocar la avalancha de videojuegos, tebeos, novelas y películas que arrasarían comercialmente en el siglo XXI. En cine la ola se inició con Conan el bárbaro de John Milius -la película que dio a conocer a Schwarzenegger- en 1982, dentro del perfectamente fechable renacimiento del cine de aventuras fantásticas y efectos producido para un público ya mayoritariamente joven: La guerra de las galaxias en 1977, Superman en 1978, Flash Gordon en 1980, En busca del arca perdida o 1997: rescate en Nueva York en 1981.

En el caso de Warcraft el origen es un famoso videojuego creado en 1994 y seguido por tantos millones de fans que ha dado origen a juegos de mesa, de rol y online, novelas, un manga y ahora esta película. Las expectativas eran tan altas que se han invertido entre 160 y 200 millones de dólares en esta rutinaria, ruidosa y hueca película que, tras tener una larga y tormentosa producción, no está dando en taquilla los resultados esperados. La causa la ignoro, porque es muy parecida a otras que han tenido mejor fortuna. Supongo que el universo fan del videojuego tendrá algo que ver: por alguna razón se ha debido sentir decepcionado. O tal vez se trate de la resolución grotesca de las criaturas, quizás apta para el videojuego pero no para la gran pantalla. Y de seguro porque la burda e innecesariamente complicada trama narrativa -refrito de todas las historias de fantasía heroica- no da para tanta épica como el director quiere insuflarle con resultados más bien patéticos.

Dirige la cosa el irregular y pretencioso Duncan Jones, hijo del difunto Bowie, que hasta ahora ha dado una de cal (la entretenida Código fuente) y otra de arena (la pretenciosa Moon). Warcraft es una paletada de arena (en el supuesto de que ésta represente lo no valioso, opinión popular por lo visto errónea dado que la arena resulta ser el segundo recurso natural más demandado tras el agua y que su tráfico ilegal se ha convertido en una plaga). Si fracasa lo hará sin tan siquiera la honra de justificarlo por ciertas calidades o atrevimientos. Es plana. Ruidosa, sí, y erizada se efectos especiales. Pero plana. Y aburrida para tan largo metraje.

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