arte

Los ilimitados espacios de la REALIDAD

  • José Manuel Ballester se presenta como un artista de amplios y complejos argumentos, un manipulador total que provoca la mirada del espectador

Hospital Real, Granada

Hacía tiempo que José Manuel Ballester no acudía en solitario a tierras andaluzas. El que es uno de nuestros artistas españoles más ciertos, con más argumentaciones plásticas y estéticas y con un lenguaje basado en el conocimiento, en la Historia del Arte y en los grandes registros que proporciona un arte de fronteras absolutamente abiertas, llega a Granada con una exposición amplia y variada en continente y contenido.

Para esta ocasión, Ballester nos trae un conjunto de obras en las que realiza un análisis exhaustivo sobre distintas áreas, formaliza diversas propuestas que parecen desentrañar espacios reflexivos donde lo presente y lo ausente, lo real y lo abstracto, lo diáfano y lo velado, lo representado y lo presentido juegan papeles contrarios de una misma intención.

La exposición del Crucero bajo del Hospital Real granadino nos conduce por una obra llena de carácter. En ella se nota la profesión y el sentido de un artista que, siempre, busca más, que abre puertas a la representación, que se acoge a su anterior faceta de gran pintor cuya figuración marcaba exactitudes de una realidad a la que concedía una dimensión estética distinta de la habitual, para, ahora, fotografiar curiosos espacios donde todo es posible, sobre todo, para que José Manuel Ballester les imponga un nuevo planteamiento artístico.

Las obras que encontramos en el antiguo recinto hospitalario renacentista plantean variados episodios que cuestionan el propio hecho representativo. Una pila de contenedores, con su racional disposición en la estiba portuaria, ofrece un sutil esquema colorista cuya función cromática es velada en otra obra, con los mismos elementos compositivos, ahora, rompiendo su real manifestación ilustrativa. Alfa y omega de una misma realidad física pero con dos desarrollos plásticos y conceptuales distintos. Lo mismo que ocurre con la serie sobre librerías y sobre paisajes de Brodway. Pero donde se manifiesta la gran capacidad creativa del artista que fue Premio Nacional de Fotografía es en la serie en la que un conjunto de pinturas famosas de la Historia del Arte antiguo son manipuladas hasta hacerle desaparecer los ilustres habitantes que pueblan sus escenas. El Giotto, Piero della Francesca, Leonardo da Vinci, Velázquez, Jan Van Eyck o El Bosco nos dejaron afortunadas piezas que estaban protagonizadas por una humanidad a la que Ballester ha desposeído de todo su sentido ilustrativo hasta hacerla desaparecer dejando sólo su determinante arquitectura física o su magnífico paisaje natural como ocurre en el Jardín de las Delicias de El Bosco.

Una descontextualización formal que deja en suspenso los mensajes históricos y artísticos y desarrolla una nueva dimensión donde la escenografía vacía adquiere suprema potestad. De menor interés me parecen las piezas basadas en las obras de Piet Mondrian que, creo, se apartan del compromiso estético del artista madrileño.

La exposición que organiza el Vicerrectorado de Extensión Universitaria nos hace encontrarnos con un artista de amplios y complejos argumentos, un manipulador total de la realidad -en su época de pintor desempeñó un papel artístico de mucha trascendencia, con la figuración alcanzando sus máximos compromisos representativos- que, ahora, provoca a la mirada para situarla en parámetros diferentes, dejando que la propia emoción plástica alcance nuevos y diferentes circunstancias.

Estamos ante una exposición grande en todos los sentidos que, me temo, ha pasado demasiado de puntillas por los medios artísticos granadinos y fuera de Granada. Una muestra que, como a casi todas las que patrocina la Universidad granadina, se le podía haber sacado mucho más partido, sobre todo en lo que concierne a la difusión y a los aspectos didácticos.

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