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El imán de Alan Parsons

  • El músico británico recordó en Motril todos los grandes éxitos que lo encumbraron en la década de los setenta y de los ochenta

El manejo de los matices siempre fue una de las virtudes cardinales del rock progresivo en general y del Alan Parsons Project en particular. Quedó demostrado anoche en Motril cuando, promediando el concierto, el grupo dio la mejor versión de sí mismo: interpretó Turn of a friendly card, una suite que transitó climas y colores, desde un pasaje acústico de tintes pastorales a un final con distorsión y grandilocuencia.

El show arrancó con un considerable retraso y se extendió durante casi dos horas, en las que hubo momentos para largos e intensos pasajes instrumentales, destellos de rock más tradicional y los oldies que todavía se cuelan en las radios, como la ochentosa pero efectiva Don't answer me. Un combo ideal para activar los recuerdos.

Parado en el medio de un escenario austero, en una tarima que lo situaba apenas más arriba del resto de los integrantes, Alan Parsons alternó guitarra eléctrica, teclado y voces, cómodo en cada faceta. Su grupo no fue el mismo de su primera actuación en Córdoba (2005), a excepción del vocalista PJ Olson, quien en esta ocasión sumó puntos con sus agudos y carisma. El resto del Project, en su mayoría músicos sesionistas, desplegó con solvencia sus tareas durante todo el show, aportando bases instrumentales precisas y armonizaciones de hasta cinco voces.

El único estreno de la noche fue All our yesterdays, canción escrita especialmente para el reciente documental Art & ccience of sound recording, última producción de Parsons, que registra en detalle todo el proceso de grabación de un disco. No hubo lugar para más novedades. Quedaba claro que la ocasión ameritaba clásicos, y eso fue lo que el público -unas 3.500 personas, con promedio de cuarentones- pudo disfrutar a lo largo del recital. Time, con su clara evocación pinkfloydiana, Don't let it show y Psychobabble fueron algunas de las más aplaudidas, pero el mercurio del termómetro subió varias rayas recién en la recta final, cuando Olson invitó a los asistentes, que hasta ese entonces habían permanecido en sus asientos, a acercarse al escenario. Fue el preludio para Prime Time y el enganchado de Sirius/Eye in the sky, con el público bien adelante, celular en mano, recolectando pruebas para la posteridad.

El final llegaría con Old and wise y Games people play, los bises de una noche que por momentos remitió a los 70, una década en la que el rock supo codearse con la complejidad sinfónica. Y es que ya lo había dicho Parsons en la rueda de prensa que ofreció por la mañana: "Mi música de los años setenta ha tenido un poder verdadero".

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