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El otro lado de la vanguardia

  • Pavel Filonov, creador de una inquietante pintura que se apartaba diametralmente del reduccionismo formal, protagonista en el Museo Ruso

Todavía con el sabor dulce de una inauguración excelsa, con la colección del Museo Ruso llenando de espectacularidad pictórica las antiguas naves de la Fábrica de Tabacos de Málaga y con la primera exposición temporal, aquella que nos situaba en los horizontes y coetáneos de Sergei Diaguilev, el empresario que creó los Ballets Rusos, se presenta, sin solución de continuidad, una segunda muestra que nos viene a conducir por los particularísimos esquemas de un artista, prácticamente, desconocido en el Arte Occidental y en la que hemos encontrado un pintor superior, miembro por derecho propio, de aquellas primeras grandes vanguardias que revolucionaron el Arte y de las que Pavel Filonov fue uno de sus miembros más díscolos, por concepto, lenguaje, pureza y personalidad.

Los que hayan visitado la magnífica colección de obras de artistas rusos que se encuentra en otros espacios de este espléndido recinto, sobre todo si se ha detenido en la espectacular serie que compone las piezas de los autores de aquella esclarecedora vanguardia que renovó abiertamente la concepción del Arte, puede habérseles pasado, ante tanta maravilla circundante, una obrita de un autor cuyo nombre se pierde en la gigante maraña de tan significativos artistas. El autor, Pavel Filonov, creador de una inquietante pintura que se apartaba diametralmente de los reduccionismos formales tan afines en el resto de sus coetáneos compañeros.

Ahora se nos presenta la gran oportunidad de contactar de lleno con la obra de este pintor que nació en 1883 en Moscú y cuya existencia estuvo poblada de muchas más sombras que luces, quedándose huérfano de padre al poco tiempo de nacer, viviendo de manera muy pobre y muriendo, en San Petersburgo, en 1941, de inanición. Aunque compañero de generación de los más grandes artistas rusos de las vanguardias -Kandinski, Chagall, Larionov, Goncharova, Malevich, El Lisitski, Tatlin...- su obra ha pasado absolutamente desapercibida para toda la Historia del Arte, unas veces porque las autoridades dictatoriales soviéticas la veían poco conveniente, otras por la postura rígida del propio Filonov de no sucumbir a las exigencias políticas -también a los dictámenes de las modas- y, casi siempre, porque el Arte Occidental no tuvo conocimiento -como ocurrió con los otros grandes artistas rusos que, o bien se fueron de la Unión Soviética y desarrollaron su obra fuera, o bien, era ya conocida anteriormente a las imposiciones bolcheviques- hasta finales de los años ochenta cuando algunas obras suyas se presentaron en la exposición París-Moscú. Hoy Pavel Filonov está considerado como el gran artista que fue y su categoría es unánimemente reconocida.

La exposición que José María Luna nos ha llevado hasta la antigua Tabacalera de Málaga constituye todo un acontecimiento pues no sólo viene a continuar la idea programática concebida para el Museo Ruso de la capital malagueña, sino que nos pone en la sintonía de un pintor que nos era desconocido y del que hemos descubierto su gran significación artística y su personalísimo universo plástico y estético.

La pintura de Pavel Filonov es, probablemente, la antítesis de lo que siempre se ha considerado como vanguardia. El propio artista se oponía diametralmente a las concepciones cubistas y futuristas por considerarlas demasiado alejadas de lo natural. Lo primero que el espectador descubre ante la obra de este artista es una especie de horror vacui, una absoluta minuciosidad compositiva que llena de registros la superficie de los cuadros. Sobre ellos se extiende todo una explosión de imágenes como si las figuras se fuesen desarrollando y expandiéndose en un compromiso evolutivo sin límites.

En ellas, en su inquietante humanidad, en sus expresionistas figuras llenas de contundencia plástica pero desapasionamiento emocional, en sus misteriosos rostros que miran sin ver, en sus imposibles paisajes salidos de unos enigmáticos horizontes, en sus animales monstruosos, en sus ciudades de urbanismo transgredido, todo se multiplica para descomponer la realidad y plantear un proceso análitico que parte de lo mínimo y llega a lo máximo, que hace visible lo invisible y que pone de manifiesto un universo apasionante lleno de esquemas artísticos donde lo real pierde sus claras connotaciones para buscar espacios mediatos llenos de apasionante intensidad plástica.

Hemos asistido a un feliz descubrimiento. Pavel Filonov fue un artista que realizó una pintura única, que sostuvo durante toda su vida un lenguaje, también, único, personal, intransferible, distinto por completo a las modas imperantes y alejado de las exigencias políticas y sociales de aquellos que tan difícil se lo pusieron. Aunque la Historia del Arte lo descubriera tarde, a nosotros nos llega vivo y lleno de energía. Estamos ante un creador total que supo dar intensidad y luz propia a una pintura que él desarrolló sin complejos y abriendo esclarecedores caminos.

De nuevo, Málaga espera para mostrar las rutas del mejor arte internacional. La Historia se nos vuelve cercana con una exposición para no olvidar.

pavel filonov

Museo Ruso, Málaga

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