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Un lugar bajo las estrellas

  • El californiano M. Ward tiñe de tonos sepia el country de postal de su nuevo disco

Con Post-war, su anterior entrega, el californiano asomó la cabeza del pelotón de la Americana, se postuló como uno de los más firmes autores de lo que llevamos de siglo y se ganó un lugar bajo las estrellas de ese firmamento en el que el country-folk se tiñe de tonos sepia y adquiere la textura del celuloide gastado por los muchos pases.

La aventura había comenzado a finales de los 90 con el trío Rodriguez (así, sin acento) pero en la mente de Matt Ward había demasiada música que no parecía caber en ese formato y así en el 2000 debutó en solitario con Duet for guitars #2, un disco inencontrable hasta que el sello de Howe Gelb, el genio de Arizona y cabeza pensante de Giant Sand, lo reeditara cuatro años más tarde. Para entonces ya había publicado otros dos álbumes mayúsculos (End of Amnesia y Transfiguration of Vincent), y después vendrían otros dos más: Transistor radio y Post-war en 2006. Con todos ellos alcanzó la excelencia pero fue con este último con el que atrajo los focos del mundillo y el que colocó el listón a una altura olímpica para el siguiente capítulo. Y éste ha llegado.

Desde Pórtland, Oregón, donde reside (siempre me parece revelador que un nativo de California se instale en otro lugar), el bueno de Ward se ha pensado bien cual era el camino a seguir. No ha perdido el tiempo mientras tanto, pues en el ínterin, además de la colaboración en ProVISIONS, último disco de su mentor al frente de Giant Sand, se permitió el lujo de publicar Volume One, una preciosidad de álbum que bajo la firma de She & Him, realizó con la actriz Zooey Deschanel. Fue uno de los trabajos más comentados del año pasado y supuso por su parte una fértil maniobra de acercamiento al pop.

Hold Time se enriquece también de ese movimiento, y sin perder esa lacónica hondura que impregna a todo lo que hace, se encuentra con absoluta comodidad con el pop. La adorable Lucinda Williams y de nuevo Zooey Deschanel colaboran en sendas versiones de incunables del country de postal de los 40. El resto de temas propios basculan entre el pop trotón de For begginers o luminoso de Jailbird, el country indolente de Rave on o el clásico de One hundred million years o Fisher of man (que podrían ser piezas perdidas de Hank Williams) y la canción de crooner borroso de I'm a fool to want you o Epistemology. Las menciones a Tom Waits ya están tardando, más allá de sus diferentes timbres.

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