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Bajo la luz del extravío

  • Obra maestra de John Huston, la inclasificable 'Wise Blood' llega al DVD

Lo que se relata en Wise Blood, que adapta la novela de Flannery O'Connor, es una pasión, la de Hazel Motes, un joven que regresa al Sur de los EEUU después de haber sido licenciado del ejército por una herida que se menciona pero cuya naturaleza no se concreta. Con la psique periódicamente torturada por los recuerdos de una infancia marcada por el padre, encendido predicador religioso al que presta su simiesca figura el propio Huston, el desequilibrado Motes pasea su iracundia nihilista por una ciudad repleta de pirados y estafadores que representan ad nauseam los mismos rituales con los que el progenitor coloreara siniestramente su vida. No le queda más remedio que hacerse lo que todo el mundo cree que es y él parece desear íntimamente, predicador. Así, fundará la Iglesia de la Verdad sin Jesucristo, pasando a ocupar con fuerzas renovadas una de las dos posibilidades existenciales a las que se reduce la vida en este Sur, la de detentador de la palabra, siendo la otra la que asumen aquellos que forman rápidos y anestesiados grupitos de público, en silencio ante los tipejos que peroran desde el capó de un coche o en otras improvisadas tribunas. Motes, sin embargo, cree en sus palabras, y la falsedad de otros charlatanes que lo rodean y atraen le llevará al asesinato y a la autoinmolación.

Wise Blood, efectivamente, no se parece a nada. En ella Huston mezcla y enfrenta tonos, hace bailar lo trágico con lo cómico a partir de una narrativa episódica y desleída que, no obstante, se precipita sin perspectiva de escapatoria posible, férrea y amenazante para todas las criaturas del ficción, a las que el cineasta no deja por ello de respetar. Se enfrenta el espectador de este filme a una película de una particular constelación, la de la horizontalidad y la obsesión. Sería provechoso establecer diálogos entre Wise Blood y otros hitos fílmicos asentados en una parecida Norteamérica de tipos errabundos y condenados, como algunas películas de Monte Hellman (Carretera asfaltada en dos direcciones o, sobre todo, Gallos de pelea), Robert Altman (California Split) o, justo abriendo la década de la que hablamos, Ivan Passer y su Born to win. Tampoco estaría mal pensar en Werner Herzog y en su Stroszek, rodada dos años antes en similares paisajes físicos y morales y con un curioso parentesco tragicómico, trufado, en ambos casos, con citas directas a la tradición del slapstick. Herzog, muchos años después, en The Wild Blue Yonder (2005), reclutaría a Brad Dourif para que interpretara a otro tipo de verdad caído del cielo, a un alien que relata el fin de su planeta: el chiste final, la última de las risas melancólicas. Wise Blood, con sus locos, sus autos, su gorila y su reliquia reducida, es un filme sobre hombres y mujeres oblicuos y autistas. Al final, cuando una de ellas se decida a mirar de frente, ya le habla al muerto.

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