Crítica de Cine

La madre de una vida

Tras la versión de 1970 dirigida por Jules Dassin, Promesa al amanecer es la segunda adaptación de la novela homónima y autobiográfica de Romain Gary (1914-1980), nacido como Romain Kacew en la Rusia lituana, aviador, militar, diplomático, novelista y cineasta ganador en dos ocasiones del prestigioso Premio Goncourt, prolífico autor de éxito llevado al cine en numerosas ocasiones.

En ella se da cuenta de la relación entre Gary y su madre (soltera) a lo largo de los años, una relación marcada por el empeño de ésta en que su hijo alcanzara un estatus de gloria en la vida que ella misma había falseado con la suya desde sus orígenes humildes y su condición judía a golpe de esfuerzo, trabajo y una entrega a su formación por encima de lo razonable.

Bajo las aseadas formas académicas del biopic deluxe, esta versión de Eric Barbier asume su condición de melodrama-folletín que busca hacer prisionero a un espectador curtido en los grandes relatos, el espectáculo emocional y las magníficas interpretaciones, lo que se traduce en una narración-río desde la infancia en Polonia a los días de madurez y crisis creativa en México, pasando por el periplo de alumbramiento en Niza y el servicio en la Segunda Guerra Mundial como punto de inflexión para la emancipación definitiva de este asendereado proceso de transferencia, dependencia mutua, identidad errante y educación sentimental basado en el amor materno-filial llevado al extremo. Charlotte Gainsbourg se presta convencida a los excesos de su personaje, madre obsesiva, controladora y todopoderosa a veces rozando la caricatura, mientras que Pierre Niney (Yves Saint Laurent, Frantz) apechuga con cierta dignidad emocional con la edad adulta de un tipo atribulado acechado siempre por el fracaso y la locura.

Gusta imaginar lo que podría haber hecho con unos mismos materiales Arnaud Desplechin. Algo muy distinto y volátil y mucho menos convencional, desde luego.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios