arte

Los matices de las miradas cómplices

  • María pronto comenzó a despuntar por su claridad de ideas, por su feliz pintura y por sus entusiastas modos de plantear el trabajo

Cuando conocí a María Ortega era casi una niña que estaba en los primeros cursos de la carrera. Lo primero que de ella vi ya me entusiasmó. Era ingenuo, festivo, fresco y con cierto grado de valentía para una estudiante de los primeros años de Bellas Artes -en Sevilla-. Había mucha madera de artista y alguien que, si no la maleaban y la condicionaban en las propias aulas de la sevillana calle Laraña, podía tener mucho que aportar a una pintura que estaba -y está- muy falta de buenas experiencias. María muy pronto comenzó a despuntar por su claridad de ideas, por su feliz pintura y por sus entusiastas modos de plantear un trabajo que encerraba muchas acertadas circunstancias plásticas y estéticas. Fue de las primeras en exponer en la Sala Artediario, un espacio que Diario de Jerez, cabecera hermana de este medio, tiene para los artistas a los que se les atisba un seguro horizonte. Su obra fue muy bien acogida y, desde entonces, ha ido madurando y haciéndose grande, muy grande; pero, siempre, conservando la fresca emoción de los primeros momentos. Hoy la obra de María Ortega Estepa es valorada unánimemente y está presente en los mejores foros y en las más significativas colecciones. Por eso, al conocer la noticia de que la joven cordobesa iba a exponer en Arrabal, nos alegramos doblemente. María iba a estar en un espacio de solvente trayectoria y la sala del Realejo granadino contaría con el trabajo esclarecedor de una artista de mucha importancia, joven que ya ha traspasado los límites de la expectación -eso que está tan de modo de artista emergente- y se ha posicionado en los claros estamentos de un arte importante y con absoluta proyección.

La pintura de María Ortega está aderezada de variados planteamientos. En primer lugar acondiciona sabiamente una estructura compositiva en la que diversos elementos, perfectamente conjugados, organizan un entramado visual de gran atractivo donde encuentran acomodo bellas argumentaciones plásticas que potencian el carácter de la propia situación pintada. Grafías, números, recortes, pequeños collages... conviven ajustadamente en un escenario de verdes impactantes como si se tratase de un idílico vergel predispuesto para los más inesperados encuentros. Pero la pintura de María Ortega no se reduce a un esquema pictórico de muy bellos resultados. Su obras son como episodios de una historia que encierra retazos de una existencia a la que ella le concede suma potestad y desarrolla como una justa, sabia y bella metáfora en la que se adivina relatos de una vida feliz y dulcemente vivida.

María Ortega nos sitúa en una pintura especial, en unos parámetros equidistantes de lo abstracto y de lo figurativo, con registros interpretativos que proyectan espacios presentidos, de gran sutileza, con equilibrados argumentos formales que previenen un paisaje de bellos imposibles donde la realidad pierde muchas de sus circunstancias ilustrativas para situarse en unos horizontes de infinita expresividad, dulce emotividad formal y sabio planteamiento artístico; todo llevado a cabo con un lenguaje particularísimo donde nada es dejado a la espontaneidad de una experiencia supeficial de imprevistos resultados.

Los paisajes mediatos de María Ortega son pulcras manifestaciones de una naturaleza que genera emoción, que se aparta de las simples coordenadas de lo real y que asume una nueva dimensión identificativa a la que la mirada cómplice del espectador impone una definitiva y adecuada situación significativa. De ahí el título de la muestra, "Con tu presencia, crecen los matices"; la realidad adopta un nuevo sentido cada vez que sobre ella se posa la inteligente visión de unos ojos limpios y libres.

La bella magnitud de la pintura de María Ortega llega a Granada en su primer individual -antes lo había hecho en aquella magnífica colectiva comisariada por Concha Hermano con el mejor arte realizado por mujeres artistas-. Los espacios de Arrabal son un espléndido lugar para acoger unmjoven artista en plena posesión de un pulcro lenguaje que estructura una pintura llena de absoluta trascedencia; una pintura profunda, con carácter, entusiasta, convincente y dispuesta a asumir los desenlaces infinitos que generan miradas cómplices.

MARÍA ORTEGA ESTEPA. Galería Arrabal & Cia. GRANADA

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