Arte

En los medios de la mejor manifestación artística

  • La apuesta decidida de Francisco de la Torre por la cultura ha hecho que en Málaga el turismo de playa tome nuevos rumbos

Esfinge de Picabia

Esfinge de Picabia / G. H.

Que Málaga es uno de los destinos expositivos más importantes de nuestro país –a muy poca distancia del primero que es Madrid– ya no es algo que sólo sepan los aficionados a lo artístico. Francisco de la Torre, el heroico alcalde de la ciudad, apostó desde su llegada al más alto estamento municipal por la cultura, en general y, especialmente, por el arte y sus infinitas circunstancias, convirtiendo la capital de la Costa del Sol en un absoluto referente. Desde aquel momento, el turismo de playa, centro impulsor de la ciudad, tomaría nuevos rumbos y lo cultural se convertiría en un factor que iba a cambiar la estructura y la conciencia ciudadana, abriéndose a una realidad totalmente distinta y, hasta entonces, con un recorrido absolutamente diferente. Es cierto que, anteriormente, en Málaga funcionaba y tenía su importancia expositiva la Fundación Picasso, la sala de la Económica, los espacios de la Diputación Provincial, el Colegio de Arquitectos, el Museo Revello de Toro y algunas galerías –Pedro Pizarro, Tecla Lumbreras, Alfredo Viñas o Javier Marín, entre otras– que ya eran importantes y se constituían en estación término para los buenos amantes del arte de toda Andalucía. Eran los inicios de una explosión cultural y artística que cambiaría la forma de pensar y sentir de una ciudad que se abría expectante a una nueva estructura y a una manera de concebir la oferta artística. A Málaga llegaría, sin solución de continuidad, un turismo cultural ávido de encontrar y disfrutar lo que tan bien se publicitaba desde todos los sectores.

Se puso en marcha el CAC (Centro de Arte Contemporáneo de Málaga ), trabajo esforzado e ilusionante –también impagado– que se debe a Pedro Pizarro que lo llevó a cabo hasta casi el día de su inauguración. Después vendría el Museo Picasso, una institución con sombras y luces, que benefició a algunos, sirvió para encumbrar a políticos desinformados que, más tarde, llegarían a lo más alto del gobierno español, ensombreció parajes a los que dejó huérfanos de presupuestos y aportó una pobre colección de piezas picassianas pero que, potenció la cultura de Málaga y sirvió para generar riqueza –también proporcionó que hasta la ciudad llegaran muestras temporales de altísima envergadura–. Al amparo de tan importantes proyectos, la baronesa Thyssen se sumó al carro y abriría el Museo que lleva su nombre y donde se puede contemplar parte de su colección, sobre todo, aquella que alberga importantes piezas del siglo XIX.Con todo esto, Málaga ya disponía de la mejor oferta expositiva de Andalucía; sin embargo, la visión del alcalde malagueño no tenía límites y consiguió para su ciudad parte de las Colecciones del Museo Ruso; ofertándose un cuidado, bien desarrollado y ambicioso proyecto global con el arte ruso –en toda su amplia dimensión– como protagonista. Y esto no iba a ser el final, después vendría el Centro Pompidou, con la sesión temporal de obras –magníficas, únicas, espectaculares y llenas del más absoluto sentido artístico, a la par que histórico– provenientes de la institución que se encuentra en el irrepetible edificio parisino que diseñaran los arquitectos Renzo Piano y Richard Rogers, allí donde estaba el antiguo mercado de Les Halles.Sirva esta, quizás, larga introducción para resaltar la importancia cultural de una ciudad que hace bien las cosas porque posee gestores municipales sensatos, lúcidos y que buscan el bien ciudadano antes que unos equívocos personalismos de efectos esquivos y nada edificantes.

Como ejemplo de todos esto, valga el comentario sobre una de las mejores exposiciones que han recalado, últimamente, en Málaga y que proclama las excelencias culturales de una ciudad a la que hay que mirar constantemente para saber cómo hay que actuar. En el Centro Pompidou Málaga, ese cubo que se levanta inquietante en los bellos espacios portuarios del Muelle y que, en su interior, alberga unas impresionantes estancias museísticas, se presenta De Miró a Barceló, una muestra coral, donde la historia del arte del siglo XX, adquiere sumo protagonismo. Observando detenidamente el contenido de la muestra uno se da perfectamente cuenta que el Centro Georges Pompidou posee una de las colecciones de arte español de la última centuria más importantes que existen. Una parte de la misma se hace presente en Málaga en una exposición que define la realidad artística de un siglo, desde los felices años veinte a los últimos postulados del arte.

La visión del alcalde malagueño no tenía límites y consiguió para su ciudad parte de las Colecciones del Museo Ruso

Así nos encontramos con las primeras tendencias renovadoras, aquellas vanguardias que abrieron las sendas definitivas de la contemporaneidad y que, desde ellas, ya todo sería de forma distinta y en continua evolución. El surrealismo, el dadaísmo, las primeras proposiciones modernas de la escultura, la definición cubista con sus sintéticas y esenciales circunstancias, los alcances de una nueva figuración con amplísimas perspectivas, el informalismo y la pintura matérica, los desarrollos de un cine con excesos pararreales, las iniciáticas propuestas de un abstracto arrollador, Miró y su esclarecedora evolución de un mágico realismo veraz hasta una abstracción genial de triunfal lenguaje único…; en definitiva el mejor arte español de los últimos cien años, unido a figuras extranjeras cuya relación con nuestra historia es indiscutible.

En la muestra están presentes los nombres más significativos de esa renovación plástica que tanta importancia tuvo en el contexto general del arte y que llevaron a un Olimpo esclarecedor a una creación sin límites, sin tiempo ni, mucho menos, complejos. De Picasso y Juan Gris a Antonio López, de Max Ernst a André Masson, de Picabia y Magritte a Saura, Millares o Tapies, de Man Ray a Buñuel, De Pablo Gargallo a Giacometti, de Ives Tanguy a Jaume Plensa, de María Blanchard a La Ribot, De Julio González a Miguel Berrocal, de Eusebio Sempere a Juan Uslé, de Palazuelo a Cristina Iglesias, de Eduardo Arroyo a Juan Muñoz… de Miró a Barceló o lo que es lo mismo, un siglo del mejor arte español.

Sólo por esta exposición, Málaga ya merece una sosegada visita. Pero hay más, muchísimo más, muchísimo más.

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