Ciencia hoy

El mito deTunguska

  • Hace un siglo una región de Siberia sufrió una explosión espectacular a la que se buscó razones esotéricas. Hoy, los científicos lo tienen claro: fue un cometa

Tunguska fue mil veces Hiroshima. Una explosión espectacular como nunca se había visto en la Tierra que a lo largo de un siglo ha inspirado toda clase de explicaciones misteriosas. Ocurrió el 30 de junio de 1908 en un lugar inhóspito y deshabitado de Siberia y provocó nubes de polvo y 'puestas de sol' que pudieron verse en Londres o San Francisco. El aterrizaje de un ovni, una explosión de antimateria o la visita de un mini agujero negro han colmado las mentes más fantasiosas para explicar un fenómeno de tales dimensiones.

Hoy, sin embargo, se puede decir con rotundidad, como asegura René Duffard, del Instituto de Astrofísica de Andalucía, que el 'caso Tunguska' es absolutamente explicable con el impacto de un cometa, aunque haya otros que sigan prefiriendo soluciones apocalípticas. "Alrededor de Tunguska se ha creado un mito y la gente prefiere escuchar motivos esotéricos o misteriosos cuando los impactos de cometas o meteoritos son naturales".

La diferencia con el que sufrió un terreno afortunadamente deshabitado fue la magnitud de la explosión. "Se calcula que tuvo del orden de unos quince megatones... La bomba nuclear que explotó en Hiroshima tuvo unos diez kilotones", compara Duffard. Eso, a pesar de que el cuerpo que impactó contra la atmósfera no era muy grande: "Tendría unos ochenta metros de diámetro".

El problema principal que suscitó la cantidad de hipótesis en torno a Tunguska fue el hecho de que no se encontraran en el lugar de la explosión un cráter o restos de un meteorito. "La primera persona que llegó a la región de los ríos Podkamenaya Tunguska y Nizhniaya Tunguska en 1921 -explica Duffard- sólo vio una cantidad enorme de árboles inclinados en forma radial, alejándose de un centro". En total, más de dos mil metros cuadrados de bosque arrasados que tuvieron que esperar veinte años a ser estudiados porque en ese momento había cosas más importantes para el gobierno ruso, como la Primera Guerra Mundial o la revolución del 17. El geólogo soviético Leonid Kulik fue el primero que estudió el área en 1930 pero la falta de respuestas dio lugar a insólitas teorías que alimentaron el mito.

Tras muchas investigaciones, la teoría del cometa es la de mayor vigencia. "De hecho, está aceptada desde hace unos diez años y demostrada en los últimos congresos a los que he asistido". Argumenta Duffard que su composición de hielo y roca explicaría que no hubiera ningún cráter "sino que al entrar en la atmósfera, se calentó en la fricción con el aire y explotó violentamente, desintegrándose al evaporarse el hielo". Cualquier otro objeto hubiera dejado rastros contundentes.

Los hay pero escondidos o disimulados por el paso del tiempo. El científico del IAA recuerda la investigación de un "grupo italiano que comprobó hace dos o tres años a través de ondas sísmicas cómo bajo el suelo hay ondas de presión de suficiente magnitud como para indicar que el lugar sufrió una explosión muy fuerte que dejó una especie de embudo o cráter que ahora estaría tapado por vegetación y agua". Siendo así, la teoría del impacto de un asteroide o un cometa cobraba más importancia, sobre todo teniendo en cuenta que en la búsqueda de algún isótopo extraño se ha encontrado en la región una gran concentración de iridium, "un material bastante raro que en tales cantidades sólo se encuentra en objetos como meteoritos o cometas". Este material e incluso la cantidad de polvo levantada por la explosión pudieron ser suficientes para enfermar, según el científico, a las cientos de personas de los poblados más cercanos a Tunguska, enfermedades a las que también se buscó motivos raros o extraterrestres.

Las demás soluciones son poco plausibles, dice el científico. Desde aquellas que buscaban señales divinas a modo de castigo a las que preferían pensar en una nave interplanetaria extraterreste que desvió el cuerpo espacial para salvar a la Tierra o el mini agujero negro que escapó para alojarse en la perdida región siberiana.

"El impacto de un cometa no es sorprendente teniendo en cuenta que uno ve todas las noches estrellas fugaces, que no son más que pequeños meteoritos que entran en la atmósfera de la tierra". Es más, "se ha calculado que alrededor de una tonelada de material cae por día en la tierra. Lo que pasa es que no nos damos cuenta porque la mayoría cae al agua", asegura Duffard.

Una información que no debe alarmar puesto que, subraya, la probabilidad de que vuelva a pasar algo en el futuro como en Tunguska es "alrededor de uno en un millón de veces...", según mide la Escala de Turín, un método de clasificación del peligro de impacto contra la Tierra de objetos como asteroides o cometas. "Es mucho más probable que un autobús atropelle a un peatón". Aun así, hoy es tal el seguimiento científico que "se conocería exactamente la trayectoria de un meteorito de grandes dimensiones acercándose a la tierra".

Mitológica y de interés científico todavía en la actualidad, lo cierto es que Tunguska sufrió una explosión de dimensiones tales que podría haber destruido por completo una ciudad como San Petersburgo. Afortunadamente, no fue así.

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