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El movimiento eterno del "galáctico" Morente

  • La familia del cantaor presenta en Madrid 'Universo Morente/Morente's Universe', un libro editado en castellano y en inglés por la Alhambra

La galaxia Enrique Morente tenía Aurora propia -su mujer- y "su Estrella, su Soleá y su Kiki" -sus hijos-, y eso era "lo más grande para él". Luego venía la música, a la que dedicó 50 años convirtiéndose en el más purista de los ácratas, un vanguardista siempre en movimiento que ahora "atrapa" un libro. "Murió hace cuatro años ya -el 13 de diciembre- y dejó una puerta abierta, pero por ahí no ha salido nadie. Me siento un poco mal al decirlo, pero la creación se ha ido con Enrique Morente", aseguró su viuda en la presentación de Universo Morente/Morente's Universe, a la que han acudido sus tres hijos y todos los autores.

El libro, editado en castellano y en inglés por el Patronato de la Alhambra y el Generalife y TF Editores, es una monografía de 272 páginas y más de 800 imágenes, a partir de un proyecto de Amaranta Ariño y el diseñador Andrés Mengs, en el que colabora la familia Morente y el "comité de expertos" formado por José Manuel Gamboa, Balbino Gutiérrez, Pedro G. Romero y José Luis Ortiz.

Además, se encargan de los distintos "planetas morentianos" Miguel Mora, Miguel Espín, Antonio Pradel, María del Mar Villafranca y la propia Aurora Carbonell, que escribe el epílogo, "El niño cantor con cara de ángel".

"Enrique se merecía esto y mucho más. Me dio clases de honestidad, de todo lo bueno. Era un genio al que viví pegada 35 años. Su forma de rebeldía era fantástica. Era un creador y por la puerta que él abrió no ha salido nadie desde que él no está, y lo digo delante de tres Morentes, sus hijos", aseguró Carbonell en la presentación, un acto multitudinario en el Corral de la Morería.

Morente (Granada, 1942), "un cantaor histórico que ha trascendido al flamenco por su relación con el arte", fue "un gran triunfador", pero también "un sufridor" que llevó "la cruz" de su heterodoxia, un incomprendido en su arte, fundamentalmente por quienes se declaraban "guardianes de la pureza", explicó Gutiérrez.

Para Miguel Mora, que resume en el libro sus conversaciones "con el ronco del Albaicín", el cantaor era en su saber enciclopédico tan irónico y sarcástico como gracioso y cariñoso y tenía la capacidad "de agrupar a gente de muy distinto pelaje y convertirlos en amigos", a los que transportaba en un viaje "un poquito paranormal" a su propia galaxia.

Era, según Romero, un artista "inconmensurable, impresionante", que entendía el arte flamenco con una dimensión estética de gran alcance. "Mi hipótesis es atrevida: desde Mairena no ha habido una poética tan importante como la de Morente. Su música es sinestésica, capaz de construir un mundo a partir del cante. Omega es un gran disco, pero su radicalismo viene de mucho atrás y se ve, por ejemplo, en su ballet Obsesión o en su Misa, cumbres de radicalidad", sostuvo Romero.

Gamboa coincidió en que la Misa, en la que grabaron junto a él por primera vez sus hijas, es un trabajo "muy rupturista" y está persuadido de que su obra sigue siendo "la máxima vanguardia" del arte en España. "Morente lo que más quería era a su familia, y luego a su obra. Decía que primero sus discos no gustaban y que luego había un cambio de opinión, pero él siempre dudaba de su trabajo. Era un artista siempre en pleno proceso creativo, siempre en movimiento, caminando atrás y adelante, para revisar y adelantarse", añadió Gamboa.

El eje del libro, detalló Ariño, son los 32 discos -27 grabados entre 1967 y 2010, más los dos póstumos que dejó grabados- que hizo y que Gamboa analiza individualmente, y a partir de ese estudio "se abren varios niveles en el universo Morente". "Se establece un itinerario que mezcla música e imágenes y que deja al espectador la tarea de reconstruir su historia, porque, como decía el propio Morente, 'unas cosas te llevan a otras'", concluyó Ariño.

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