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Los movimientos definitivos

Se reúnen aquí los ensayos -casi siempre reflexiones íntimas o apuntes culturales- que el británico D. H. Lawrence compuso a partir de sus vivencias y estancias en México, Nuevo México y otras zonas del suroeste norteamericano, un último viaje revelador antes del desenlace en Vence, Francia, que nos descubre a un escritor todavía atravesado por un anhelo de trascendencia, de infinito.

Escribía Manuel Gregorio González en su imprescindible Los seres agónicos que Lawrence pareció hallar en el movimiento "su verdadera identidad, su ser más íntimo", y esta colección de escritos de última hora corroboraría esa intuición, dejando constancia también de la carga de melancolía que cada desplazamiento y huida suponían en el ánimo aventurero de quien acabaría confesando a su amiga Mary Cannan que viajar le parecía una espléndida lección de desencanto. Aun así, en sus penetrantes reflexiones sobre la psicología norteamericana o en sus pinceladas descriptivas de la cotidianidad mexicana, al centrar por ejemplo la atención en las correrías de un pequeño sirviente nativo o en la fluidez de los intercambios de un día de mercado, no comparece otro sino ese extraño escritor y estratega vitalista que tanto gustara a los filósofos del Mayo francés, los mismos que admiraron su apuesta por el devenir, la fuga y la defensa -cuya herencia aquí se descubre azteca- de un pensamiento antievolutivo según el cual la realidad responde a la sucesión de mundos que se van creando y destruyendo.

El hastío civilizatorio y el deseo de responder a las estructuras de poder con la vida desnuda se concentran, dentro de estas páginas de postrimerías, en el conmovedor artículo titulado Nuevo México que cierra el volumen, ahí donde Lawrence logra canalizar y suturar líricamente su herida, una sed insaciable de espiritualidad. En él confesará que no fue en la cuna del cristianismo o el budismo -ni en Sicilia, ni en Australia, ni en Ceilán- donde le sacudió el innombrable latigazo sensorial del misterio, sino allí, entre apaches. Es una "antigua religión enorme" que antecede al concepto de deidad lo que admira, una profunda fuerza que a la vez salva y condena al olvido a los pieles rojas y que a él le sirve de espejo donde confrontar su identidad antes de la disolución final.

D. H. Lawrence. Abada. Madrid 2014. 280 páginas. 14 euros

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