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Antes muerta que sencilla

Juan y Medio triunfa en la televisión rodeado de criaturas andaluzas con salero; las cuitas de Escenas de matrimonio arrasan en el prime-time nocturno; Landa y Garci se separan y lo airean; Cine de Barrio y Paco Martínez-Soria baten todos los récords de audiencia del cine españolý en fin. En esta tesitura, que arrastra a esta España nuestra hacia el abismo de la caspa y la nostalgia populachera, a nadie puede extrañarle que regrese también el cine con niño prodigio, como en aquellos gloriosos días de Marisol, Joselito o Parchís.

Le ha tocado ahora el turno (es lo que hay) a la niña María Isabel, producto nacido de la mercadotecnia infantil de nuestra época, ilustre ganadora del Festival de Eurovisión Junior de 2004. Antes muerta que sencilla, María Isabel canta y baila sus nuevos temas arropada por sus protectores acompañantes adultos, padres o ángeles de la guarda, encabezados por un desahogado Pablo Carbonell al que hace ya tiempo que le salió a flote su vocación de servicial y poco escrupuloso enterteiner, caiga quien caiga.

Todo en Ángeles S. A. es excusa barata, retorcida y ñoña para la promoción de la adorable niña, a la que las hormonas de una incipiente pubertad parecen haberle asaltado en pleno rodaje. Se podrán imaginar, por tanto, la acumulación de despropósitos de una cinta pensada más para vender discos y hacer caja que para añadir algo, ni tan siquiera anecdótico, a nuestra pobre historia audiovisual.

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