música Estreno absoluto

Una mujer en busca de una sombrilla

  • Juan Cruz-Guevara, profesor del Conservatorio Superior Victoria Eugenia de Granada, estrena esta noche en Almería una ópera de cámara contemporánea cuyo argumento gira en torno al Alzheimer

Esta noche se inaugura la duodécima edición del Certamen Internacional de Música Julián Arcas en Almería y lo hace con el estreno absoluto de la ópera La mujer de la sombrilla del compositor Juan Cruz-Guevara. La ópera ha sido un encargo del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y Música, y se estrena gracias a la producción de la Fundación Cajamar.

Juan Cruz-Guevara, natural de Almería, es uno de los compositores andaluces más prolíficos y polifacéticos de las últimas décadas. Desde su puesto de profesor en el Conservatorio Superior Victoria Eugenia de Granada compagina su labor pedagógica con una intensa carrera compositiva, que le ha valido el nombramiento como director del Certamen Julián Arcas. La mujer de la sombrilla es su primera ópera. Está basada en el libro homónimo de Francisco Joaquín Cortés, un texto de gran densidad cuyo trabajo de adaptación ha supuesto un reto para el compositor.

La mujer de la sombrilla es una ópera de cámara protagonizada por Olvido, el único personaje de carne y hueso de este drama que gira en torno a la enfermedad de Alzheimer a través de una dialéctica más cercana a la lírica que a la narrativa. El formato reducido de la ópera está condicionado por las posibilidades escénicas y las necesarias limitaciones económicas en tiempos de crisis.

Olvido, que se nos presenta al comienzo de la ópera buscando su sombrilla en la playa, establece un dramático diálogo con su conciencia; ésta se manifiesta a caballo entre recuerdos, ensoñaciones del pasado y las incesantes llamadas de atención sobre la enfermedad, resistiéndose por momentos al deterioro de su salud. La desazón interna del personaje está muy bien reflejada en el texto de Francisco Joaquín Cortés, que ya había trabajado con Juan Cruz-Guevara anteriormente al escribir los poemas en los que se basan dos de sus Seis canciones para soprano y guitarra.

El proyecto de componer esta ópera venía madurándose en el ideario del compositor desde hacía tiempo, aunque no encontraba la manera de materializarlo. El tema del Alzheimer y la pérdida de memoria iban a ser desde el principio el hilo conductor de la ópera. De ese modo, en la escena se crea un debate entre la cantante y su conciencia. Se ha contado para el papel de con la soprano Marví Blasco, una cantante formada en la música antigua que, sin embargo, ha demostrado una gran ductilidad y dotes interpretativas al adaptarse a este papel. Junto a ella, su conciencia está representada por un narrador, al que pondrá voz Tete Cobo. La parte instrumental está compuesta por un ensemble de cinco músicos que cambia de timbres e instrumentos a lo largo de la ópera, y cuya puesta en atriles correrá a cargo de Taller Sonoro, con la colaboración de Esteban Algora.

Según nos desvela Juan Cruz-Guevara, el trabajo compositivo no ha sido fácil, ya que ha querido incluir en el proceso creativo todos los elementos de la obra. Para organizarlo, el compositor creó un mapa sonoro de cada una de las tres escenas de las que consta la ópera, señalando en él cada momento argumental y cada elemento escénico; de este modo, ha realizado un trabajo musical en pequeñas secciones, como un miniaturista que contempla con detenimiento cada parte de su creación sin perder de vista el resultado global. Al final del proceso se ha creado un discurso narrativo musical de tensión y distensión fácilmente transmisible al auditorio. Se han buscado pequeños grupos sonoros dentro del ensemble para darle versatilidad, dotando de un carácter psicológico a sonoridades bien distintas, pero todas ellas pertenecientes al imaginario de la protagonista.

En líneas generales, el lenguaje musical de la ópera sigue en una línea de experimentación tímbrica. La aparición de momentos tonales está ligada a ciertos interludios de la memoria de la mujer. La cantante tiene en la ópera una fuerte impronta que, junto a la escena y al audiovisual, dota de sentido el resultado global. Los cambios texturales están muy cuidados para incluirlos en la acción, y aparecen elementos musicales, como el pandiatonismo, que generan texturas en movimiento con un marcado carácter descriptivo.

La dirección escénica corre a cargo de José Vallejo Prieto, quien ha querido crear un espacio diáfano en el que la cantante pueda moverse con libertad. Para ello la acción se refuerza con proyecciones sobre un paramento vertical de sombrillas, que son las evocaciones de los recuerdos; esto permite liberar la escena, y hacer la sombrilla cognoscible para el público desde el primer momento. Las imágenes, al proyectarse sobre la superficie irregular, se compartimentan, se atenúan, se proyectan parcialmente y con huecos, constituyendo en sí una metáfora de la debilidad de la mente de Olvido. Los escasos elementos de atrezzo tienen una carga simbólica o argumental, y son movidos por dos figurantes, que se integran igualmente en esta escenografía de tintes psicológicos. También es interesante la utilización de la luz, que muta con el temperamento de Olvido, un personaje que está entre la conciencia, la ira y la desorientación, revelándose contra su propia memoria; y la oscuridad, metáfora inexorable de la pérdida definitiva de los recuerdos.

En definitiva, estamos ante un espectáculo global, en el que el proceso creativo de música y escena ha funcionado en paralelo, fusionando la creatividad desde ambos sentidos para ser volcada en un proyecto unitario. Esperemos que al estreno en el Teatro Apolo de Almería le sigan otras representaciones, y que pueda traerse a Granada.

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