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El mundo inmortal de Beethoven

  • La extraordinaria Elisabeth Leonskaja traduce en el Hospital Real al genio más desconocido y perfecto de sus últimas sonatas para piano en un concierto de equilibrios musicales y total emoción

Dicen que el mejor Beethoven está en sus sonatas desconocidas. El recital que ofreció anoche la extraordinaria Elisabeth Leonskaja en el crucero del Hospital Real contenía el equilibrio emocional preciso en una pareja de genios. Él puso a la izquierda la cumbre absoluta del pianismo más desnudo, con sus tres últimas sonatas para piano. Ella le respondió equitativa, impulsiva y correcta, atendiendo al enorme desafío que el de Bonn dejó sellado, con pocas posibilidades de intervención.

Leonskaja hizo justicia al sobrenombre de dama del piano de la vieja escuela. La que subordina la perfección técnica en pos de las necesidades expresivas. Más humana y entera que nunca. Más sensible. Más apropiada que nadie para la interpretación de las sonatas 30, 31 y 32 que Beethoven compuso en un tiempo de pura clarividencia auditiva a pesar de su total sordera. En su momento más abstracto. En el más inmortal.

Sonó anoche una báscula atemporal de enorme belleza, de control sonoro y de efectos poderosos. Fuerza e intensidad en unos movimientos y alivio o silencio en otros. Una báscula repleta de los matices que el compositor pintó en las sonatas hoy consideradas paradigma del género sonatístico. Por su capacidad técnica y por ejemplificar la genial aportación de Beethoven a las sonatas, que añadió o restó movimientos a los tres establecidos consiguiendo así reflejar en ellas su mundo interior.

Leonskaja puso el suyo en una tarea que prometía dificultades. Ajena a todo lo demás. Concentrada en un diálogo profundo con el músico. Capaces ambos de abstraer al público.

Las 32 sonatas del de Bonn conforman el ciclo más complejo y virtuoso de la historia del pianismo universal. Mucho más las tres últimas. Leonskaja, no obstante, volvió a atreverse con el genio al que admira. "La música de Beethoven es profunda, intensa, la absoluta perfección", ha dicho la georgiana de él cuando ha tenido que 'enfrentarse' a un concierto del compositor alemán. "Su música es para toda la humanidad".

La intérprete cumplió inventando en el marco del Festival de Música y Danza un nuevo idioma con la música de Beethoven como código. Aplicó la universalidad del genio en un "concierto vivo y en constante evolución" puesto que representa a la artista ideal a la hora de plasmar lo que en la música de Beethoven está por venir, apreciando el presente inmediato, el pasado y el futuro.

Así, los arpegios que abren la Sonata op. 109 -una de las partituras más originales de Beethoven- parecen anticipar precisamente a Schumann; la Fuga que cierra el opus 110 -creciendo en intensidad- mira a Bach, mientras que las variaciones de la Arietta en el opus 111 -cargada de contrastes- disuelven la materia sonora en un torbellino de continuas transformaciones.

Un experimento musical y personal cargado de nuevas sonoridades y del mundo interior del compositor alemán más contemporáneo.

Elisabeth Leonskaja encontró al Beethoven magnífico y lo mostró repleto de virtudes al público. Ese Beethoven perfecto que, dicen, habita en las partituras de sus últimas sonatas.

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