Cultura

La niña de oro de Hollywood

  • Fallece a los 85 años Shirley Temple, el fenómeno infantil más célebre del cine, que supo encontrar su camino como diplomática en la madurez.

En Como plaga de langosta John Schlesinger, basándose en una vitriólica novela en la que Nathanael West recorría las ruinas humanas que malvivían en la periferia del Hollywood de los 30, representó un cuadro apocalíptico de madres enloquecidas persiguiendo a productores y torturando a sus hijas con interminables clases de canto, dicción y claqué para que se convirtieran en unas nuevas niñas prodigio a imitación de Shirley Temple. En Bellisima Luchino Visconti contó la misma historia en versión italiana y neorrealista. En ¿Qué fue de Baby Jane? Robert Aldrich creó un agrio esperpento sobre una olvidada niña prodigio. Tras las tres películas, tan distintas, se adivinaba la larga sombra de la que por excelencia fue la niña prodigio del cine americano y mundial: Shirley Temple, que murió ayer a los 85 años tras una larga vida que, afortunadamente, fue más feliz que la que imaginó Aldrich para su Baby Jane.

Entre 1933 y 1940 Shirley Temple disfrutó de una admiración internacional sin precedentes que desató la histeria de miles de madres, empeñadas en convertir a sus hijas en estrellas, y la voracidad de los productores. Solo tras dos años de carrera crearon un Oscar para ella, agradeciéndole su contribución a la industria. Shirley Temple no inventó el fenómeno de las estrellas infantiles. Ya una década antes, en 1921, Jackie Coogan había congregado multitudes durante su gira internacional junto a Chaplin para promocionar El chico. Y entre 1935 y 1937 hizo correr ríos de lágrimas Freddie Bartholomew en David Copperfield, El pequeño Lord o Capitanes intrépidos, mientras Mickey Rooney adquiría una gran popularidad. Lo que Shirley Temple aportó fue la escala desmesurada de su éxito y de su rentabilidad dentro y fuera de la pantalla. Ni Coogan, ni Bartholomew, ni Rooney, ni la Judy Garland cuya estrella empezó a brillar cuando declinaba la de Temple como actriz infantil, pueden comparársele como fenómeno.

Shirley Temple fue durante siete años el puntal mas sólido de la Fox justo cuando daba su gran salto al fusionarse con la compañía Twentieth Century en 1934. La única gran estrella de la nueva productora, Will Rogers, moría en 1935 y fue Shirley Temple, con sus inmensos éxitos de taquilla, la que le dio oxígeno hasta que en la segunda mitad de los 30 se incorporaron Alice Faye, Don Ameche, Henry Fonda o Carmen Miranda. Tras Chaplin y Mickey Mouse la niña prodigio de los bucles de oro fue también el icono más productivo para toda clase de merchandising, desde ropa para niñas a muñecas, rizadores de pelo, polvos de talco o platos y tazas con su imagen.

El tipo que incorporó a la pantalla era una evolución de las heroínas niñas desdichadas de los melodramas del siglo XIX, desde La pequeña Dorrit de Dickens a la Cosette de Los miserables de Hugo, que hábilmente se fundieron con las niñas cantantes y bailarinas del music hall. Así surgió esa irresistible mezcla de rizos y lágrimas, pero también de hoyuelos y sonrisas, de claqué y canciones, pero también de convincentes interpretaciones (pese a los mohínes), que convirtieron a la Temple en el mayor fenómeno infantil de la historia del cine. Con una sombra tan larga que un cuarto de siglo mas tarde el cine español encontró en los Joselito o Marisol una mina de oro. Tan larga, tan larga, que hoy, 80 años después, los programas de niños cantores dan audiencias millonarias a las cadenas de televisión: cinco millones de espectadores se rindieron hace pocos días a La Voz Kids. No se crean que lo de los niños cantantes sea cosa del pasado.

Por tener la suerte de vivir sus años de oro en un Hollywood también dorado Shirley Temple fue dirigida por John Ford, Henry Hathaway o Walter Lang; y trabajar junto a Gary Cooper, Carole Lombard, Adolphe Menjou o Lionel Barrymore. Estuvo a punto de interpretar El mago de Oz, pero la Fox no la cedió a la Metro. En los años 40, terminada su triunfal etapa infantil, interpretó papeles de adolescente y de joven en películas extraordinarias como Desde que te fuiste o Fort Apache. Se retiró del cine en 1949, pero no se aburrió. La niña prodigio se convirtió en una política y diplomática que llegó a ser delegada de las Naciones Unidas, embajadora de los Estados Unidos -presidía la Embajada en Checoslovaquia durante la revolución de 1989- o jefa de Protocolo del Departamento de Estado. No era sólo rizos y mohínes la niña.

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