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Nuestros padres mintieron

Entre las novedades derivadas de la Gran Guerra, brutal cesura entre el "mundo de ayer" y el efímero orden surgido de sus cenizas, estuvo el nacimiento de la propaganda de masas que recurriría, en todas las naciones implicadas, a escritores de renombre para que apoyaran la causa propia y demonizaran la de los enemigos, ensalzando el heroísmo de los combatientes que caían por miles o el sacrificio y la dignidad de la retaguardia. Lo intentaron los Imperios Centrales con Rilke, que como cuenta Adam Kovacsics en Guerra y lenguaje (Acantilado) fue gloriosamente incapaz de escribir una sola línea. Lo lograron, con excelentes resultados, los aliados con Chesterton, cuyos artículos al respecto -prologados en España por Unamuno- podemos leer en Sobre el concepto de barbarie (Renacimiento). Era previsible que Kipling, el autor más popular entre los soldados británicos, se incorporara con entusiasmo a las labores del War Propaganda Bureau, para el que ejerció como cronista en dos series de artículos -Francia en guerra (1915) y La guerra en las montañas (1917), referida al frente italo-austriaco- que recogen su contribución al esfuerzo bélico en la prensa inglesa o norteamericana.

Publicadas por Fórcola en traducción de Amelia Pérez de Villar, las crónicas de Kipling, famoso defensor de la misión civilizadora del Imperio, participan de la habitual retórica patriótica, elogian a franceses e italianos y presentan a los alemanes -los odiados boches, los salvajes hunos- como seres malignos, embrutecidos, infrahumanos. Combatirlos era no sólo un imperativo militar, sino una obligación moral que el también orador defendía en sus mítines en favor del alistamiento. Como recuerda en su brillante prólogo el anglófilo Ignacio Peyró, Kipling perdería en las trincheras a su único hijo, pero el dolor por su muerte -que le inspiraría, entre otros, aquel verso memorable donde habla de las mentiras de los padres- no se refleja en estas vívidas y eficaces crónicas que se atienen disciplinadamente a su propósito. Cuando se declara la guerra, observó para siempre Ponsonby, la verdad es la primera víctima.

CRÓNICAS DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Rudyard Kipling. Trad. Amelia Pérez de Villar. Prólogo Ignacio Peyró. Fórcola. Madrid, 2016. 136 páginas. 16,50 euros

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