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"El patrimonio rural no existe si el objetivo sólo es vender"

  • Un experto en agricultura y pesca portugués analiza la situación agraria

Fernando Oliveira Baptista, catedrático de Economía agraria y sociología rural en la Universidad Politécnica de Lisboa, actualmente se dedica al estudio de los problemas estructurales del mundo agrario y rural en Portugal, Brasil y países africanos. Fue ministro de Agricultura y Pesca en 1975 en el gobierno portugués de Vasco Gonçalves, en pleno proceso de transformaciones de la llamada Revolución de los Claveles, que acabó con el salazarismo a partir del 25 de abril de 1974. La reforma agraria fue uno de los elementos más característicos y singulares de esta época. Un proceso intenso y breve que Oliveira Baptista vive en primera fila. Recientemente ofreció una charla en un ciclo de conferencias de la Cátedra Antonio Domínguez Ortiz en la que trató la cuestión de la tierra y las reformas agrarias.

-Usted ha planteado la situación de los trabajadores agrícolas en la reforma agraria de 1975 en Portugal. ¿Cree que está influyendo actualmente en la cualificación de los empleados?

-El problema de la mano de obra hoy es menos notable en Portugal que en España. Portugal, durante la Revolución de abril, vivió un momento en el que Lisboa no controlaba, no tenía verdaderamente la iniciativa en los campos del sur y prevaleció el poder regional. Los trabajadores agrícolas que ocuparon las grandes propiedades consiguieron el apoyo de este poder. El tipo de reforma agraria que se dio traducía las características personales y experiencias de los trabajadores. La experiencia de una existencia subalterna. Su reforma agraria está marcada por este carácter proletario: no querían la tierra para ellos, querían trabajo.

-¿Dónde reside el problema?

-Considero que se trata de una situación mucho más sencilla, e insisto en la distinción entre dos cosas: lo que se llama la gestión agrícola y por otro lado la gestión de la tierra. Históricamente, la sociedad tenía unas expectativas sobre la agricultura basadas en su función alimenticia. Recientemente se puede decir que los capitalistas especulan por partida doble, por un lado con la propia función productiva de la agricultura y, por otra parte, con el aumento del consumo de espacio rural. Es importante estudiar qué lugar ocupa en cada momento la agricultura en el desarrollo capitalista. Lo que ocurre en España y Portugal es que gestionamos muy parcialmente la economía agrícola, estamos metidos en la Unión Europea (UE), tenemos un mercado, y no existen grandes problemas en la gestión agrícola, ya que con la Unión Europea está más o menos resuelta.

-¿Cuál es su punto de vista acerca de la situación en el sector agrario en España y concretamente en Andalucía?

-A través de mi experiencia en el sur de Portugal podría decir que lo que ha pasado con España y mi país es que al entrar en la UE, con la evolución de la política agrícola común, muchos grandes agricultores que son los que más se benefician, han desligado o disociado la producción de sus ingresos; por tanto, parte de los agricultores no se orientan a la producción para el mercado sino para obtener una subvención económica, una renta de la tierra. La gran mayoría de los territorios conocen el desarrollo de otro tipo de actividades. La evolución es ésta, cada vez hay menos gente trabajando en la agricultura y la producción es de tipo capitalista. -¿Esto a qué puede conducir?

-De todas formas, estamos viviendo algo importante también, y es que en gran parte del territorio, quitando los sectores más capitalistas y productivos, se está dando un cambio de una propiedad agrícola tradicional a lo que podemos llamar de una forma simple la propiedad ambiental. Antes, la gran explotación agrícola estaba en el trigo, el olivo, los espárragos, hoy hay una gran demanda urbana sobre los espacios o terrenos, la naturaleza, la casa, el ocio, lo que se quiere consumir preferentemente es espacio, lo que conduce a un reforzamiento de la apropiación privada del territorio: el espacio rural "se cierra" y esto es un problema.

-Más exactamente en Granada, donde la industria potencial es el turismo, y el más explotado. ¿Cómo cree que afecta al desarrollo rural?

-Hay dos problemas, el turismo y las otras actividades. Hoy en día se habla mucho del desarrollo rural, el problema es que dicho desarrollo no es lo difícil, el reto es que sirva realmente a las regiones y llegue a sus gentes. La cuestión en el turismo es intentar que los locales y residentes formen parte de ese desarrollo y se beneficien de ello para que realmente se viva un desarrollo en estas zonas. -El consumo de productos extranjeros frente a los nacionales por su bajo precio... ¿puede afectar al sector agrario español?

-Hoy en día en el mercado europeo no están presentes los productos españoles o portugueses porque el mercado es abierto. En lo que se refiere a los productos de calidad por parte de los agricultores se hace un gran esfuerzo por imponerlo en el mercado como producto español, andaluz y granadino. Es muy interesante, hablamos mucho de patrimonio y desde el punto de vista rural no existe, si lo que se intenta es únicamente vender... Por ejemplo se inventan fiestas antiguas para intentar vender. Todo este problema es de márketing en cierta manera. -El impulso cada vez mayor de los productos ecológicos, ¿cómo puede afectar el consumo de los productos tradicionales? -Con la ecología ocurre lo mismo que con los productos de calidad. Hay ciertos consumidores que están dispuestos a pagar más por los productos ecológicos. Otra cuestión es si todo puede ser agricultura ecológicaý El problema es que la UE tiene definidas unas normas ecológicas para cada tipo de agricultura: orgánica y biológica. Los agricultores se ven en la obligación de poner un precio diferencial. Es una cuestión muy debatida hoy en día. De todas maneras, es más fácil ser ecologista con los productos si se tiene dinero para pagarlos.

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