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"Hay mucho prejuicio en esto de la danza en cuanto a la edad"

  • Teresa Nieto presenta hoy y mañana en el Teatro Alhambra 'De cabeza', una triple pirueta creativa acompañada de los bailaores granadinos Daniel Doña y Manuel Liñán

Intenta hablar pero le falla la cobertura; está en el metro de Madrid. Más relajada habla en el autobús de línea que la lleva a Granada. Los altos vuelos los deja para sus coreografías. Teresa Nieto presenta esta noche en el Teatro Alhambra De cabeza, un espectáculo con el que consiguió el Premio Max 2009 a la mejor coreografía y la mejor intérprete femenina. Lo que no consiguió fue un chófer particular. "Voy en el Supra pero dignísima", dice.

-Su anterior espectáculo se llamó Ni palante ni patrás. Ahora presenta 'De cabeza'. ¿Es la esquizofrenia, el miedo del creador llevado a los títulos?

-Tiene mucho que ver con eso. El título tiene que ver con una parte personal y otra profesional que en mi caso son bastante indisolubles, la verdad. Ni palante ni patrás era una sensación de que en mi vida y en mi trabajo había una fase como de estancamiento. De cabeza es una declaración de principios que con el tiempo se volvió en mi contra. Me dije "esta vez voy para delante, de cabeza". Fue un trabajo de montaje muy denso, muy rico, pero con muchas crisis...

-¿Cómo se llamará su próximo espectáculo, quizás De perdidos al río?

-Podría ser pero no. Se llamará La mirada.

-Un título más sereno.

-De cabeza cierra un ciclo de tres obras que mucha gente ha englobado como parte de un ciclo vital mío. Yo no me lo había planteado así pero ahora, viéndolo con el tiempo, sí creo que pertenecen a una época de mi vida. En La mirada estoy haciendo un bucle en el tiempo porque me remonto al año 94, a la primera obra larga que estrené. De pronto me vinieron muchas ganas de revisitar esta obras con el equipo que tengo ahora a ver qué pasa con un hecho creativo pasado el tiempo. Partiendo de esas premisas, quiero ver qué ha pasado en estos 15 años, cómo he evolucionado en el lenguaje coreográfico y escénico. Tengo la sensación de que empieza una nueva etapa pero en vez de comenzar hacia delante me remonto en el tiempo.

-Pero sin salir del laboratorio de danza que ha instalado.

-En La mirada no quiero bailar, no sé si lo conseguiré o no. Llevo años diciendo que me tengo que retirar del escenario, pero intuyo que al final haré alguna colaboración, algún solo. Me apetece que bailen los jóvenes, pero claro, el escenario me ha dado tanto, tiene tanto veneno.

-Cristina Hoyos siempre dice que se irá despacito y a compás.

-Ese es mi objetivo. Porque también hay mucho prejuicio en esto de la danza en cuanto a la edad. Ahora tengo 55 años y a veces me digo que ya va siendo la hora... Siempre tuve miedo de este momento pero creo que va a ser cómodo y natural.

-Tiene a dos granadinos en esta obra, Daniel Doña y Manuel Liñán. ¿Cómo fue su encuentro?

-Con Daniel Doña ya había bailado en el anterior espectáculo, cuando sólo lo había visto una vez en el escenario. Cada vez más me manejo con intuiciones. Al verlo sentí que quería que estuviera a mi lado, aunque realmente él nunca había hecho nada de danza contemporánea. Pero salió genial y en La mirada volverá a estar, es parte de la familia. Manuel Liñán es una bomba atómica. Le conozco de verle bailar hace mucho, de verle en el tablao con sus espectáculos. El flechazo surgió cuando fui al teatro a verle con Olga Pericet y de pronto, sentada en la butaca, me dije cómo sería poner a Liñán en el escenario junto a Vanesa Medina, una bailarina de danza contemporánea contemporánea. Hemos pasado muchas crisis durante el montaje. Yo le pedía cosas como salir con un gorro para la piscina, en bañador, descalzo... Era algo a lo que no estaba acostumbrado, pasó crisis, lloró, pero realmente se cumplió la intuición de que ponerlo a bailar junto a Vanesa Medina iba a ser una olla a presión. Son la pareja del año porque es una bomba verlos juntos. El mérito, aparte de los intérpretes y la puesta en escena, la baza más grande es la complicidad, la química.

-Se pudo ver en la entrega de los Max. No era una compañía, era una familia la que recogió el premio.

-Así es. Pero también es labor mía, saber a quién pones juntos, viajar en el Supra...

-¿Por qué reniega del término fusión?

-No me gusta, y la verdad es que yo no pretendía hacer ninguna fusión, no pretendía investigar cómo fusionar los lenguajes. Quería que cada uno se contaminara del otro, sabía qué iba a pasar, pero cada uno con su lenguaje. Y me merece tanto respeto el flamenco que jamás se me ocurriría decir que lo quiero fusionar con el baile contemporáneo.

-¿Cómo se ve ahora encima del escenario?

-Mal, porque me veo en vídeo y es horroroso. Más libertad, también la libertad que me ha dado la edad. La edad te da estas cosas. Ahora hay cosas que no me da la gana hacer en el escenario. No me apetece dar tres piruetas, no, ya lo hice. Sobre todo noto la libertad de decir aquí me quedo parada, miro a mi alrededor, y sé que así puedo expresar. Tengo 55 tacos, si no fuera más madura sería preocupante.

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