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La puerta de los dioses

  • Se reedita, ampliada, la banda sonora de Toru Takemitsu para 'Ran' (1985), de Akira Kurosawa, posiblemente una de las mejores de la historia del cine

Lo cuenta Christopher Lehrich, profesor de la Universidad de Boston, en un documentado artículo: al pensar en la música para sus películas, Kurosawa siempre tenía en mente a los grandes compositores románticos europeos. Era habitual que el director de Rashomon y Los siete samuráis reuniera a su equipo para ver los rushes diarios acompañados de piezas o fragmentos del repertorio clásico, así como que la consigna primordial para sus compositores fuera siempre seguir las pautas de músicas preexistentes. Para Barbarroja (1965) pidió a Masaru Sato que reescribiera la Novena Sinfonía de Haydn, y en Kagemusha (1980) el mismo compositor tuvo que plegarse a la Canción de Solveig de la Suite 'Peer Gynt' de Grieg.

Esta costumbre le trajo a Kurosawa no pocos roces y conflictos con sus compositores, que en más de una ocasión se rebelaron recomendándole que usara directamente a los clásicos antes que hacerles trabajar en una copia o una adaptación de los mismos. La banda sonora de Ran (1985), tal vez una de las mejores de la historia del cine, no fue una excepción a esta dinámica, y cuando Kurosawa acudió al gran maestro Toru Takemitsu (1930-1996), con quien ya había colaborado anteriormente en Dodes'ka-den (1970), la referencia sonora no fue otra que Mahler, "pero más a lo grande".

La película, destinada a ser la producción más cara del cine japonés hasta la fecha, se venía gestando desde 1976 y Kurosawa tenía entonces en mente a Takemitsu para la banda sonora. De hecho, el director escuchaba intensamente su pieza November Steps mientras escribía el guión. Hasta 1984 no se se inició la producción, gracias a Serge Silberman.

Según los testimonios del propio Takemitsu, Kurosawa y él habían acordado inicialmente crear una banda sonora basada en el tategoe, un estilo de canto adaptado del teatro No sin ninguna instrumentación de acompañamiento, pero en el periodo de retraso de la producción, el director se fue decantando más y más por una gran música sinfónica al estilo del Mahler más crepuscular, elegíaco y trágico de La canción de la Tierra. A pesar de las reticencias y las tensiones, Takemitsu completó y grabó la banda sonora en el plazo previsto. Aun así, los problemas no cesaron en la sala de montaje, donde Kurosawa alteraba y cortaba constantemente las piezas originales para colocarlas a su antojo (nada caprichoso, qué duda cabe), de modo distinto a cómo y para dónde habían sido concebidas.

En esa tesitura, Takemitsu amenazó con abandonar el proyecto y pidió que se retirase su nombre de los créditos, aunque finalmente la cosa no pasó a mayores y su nombre y su música permanecen en el que sin duda es uno de los grandes filmes épicos de Kurosawa, adaptación libre del Rey Lear de Shakespeare y alegoría de los desastres de Hiroshima y Nagasaki en el seno de una cruenta guerra de clanes en el Japón feudal de la era Sengoku envuelta en un tratamiento cromático y un diseño de producción sin parangón.

Aquella banda sonora conoció su primera edición discográfica en el sello Milan, con dos grandes suites de 17 y 15 minutos respectivamente que resumían los principales motivos y pasajes del score, presidido por la orquesta y con especial protagonismo de las cuerdas, un generoso set de percusión (japonesa) y la singular y aguda flauta nokan, usada habitualmente en el teatro No. En 2007, Toho lanzó al mercado una nueva edición ampliada con casi dos horas de música, incluyendo todos los fragmentos (hasta 40) compuestos originalmente para el filme. El disco (también en vinilo) que edita ahora Silva Screen es un proyecto intermedio: se recuperan aquellas dos suites, pero se añaden hasta 14 cortes en su concepción y duración originales y en el mismo orden narrativo del filme.

En su gran escala, la de Ran es una música a la altura épica, iconográfica, tímbrica y trágica del filme, un tejido sonoro orgánico y simbólico que integra los elementos occidentales y japoneses en una nueva forma original y única, una música que construye, anticipa y traza puentes dramáticos en un filme que, a pesar de los desencuentros, le deja momentos de protagonismo absoluto, como en la famosa escena de la batalla del tercer castillo, de la que desaparecen todos los restantes elementos sonoros para presidirla con una intensidad trágica apabullante.

Como apunta Lehrich, a pesar de las intenciones de Kurosawa, el score de Takemitsu va más allá para transmutar la película en una sofisticada meditación sobre las relaciones entre el hombre y la divinidad. El pastiche malheriano ofrece así una perspectiva trascendental sobre los acontecimientos, situando al espectador en la posición de una suerte de dios impotente que se lamenta: "La música -concluye- nos pide asumir responsabilidades por un mundo en el que se culpa a los dioses del horror, sólo las víctimas tienen la honestidad de protestar y nos deleitamos en la contemplación de la violencia".

ran

Toru Takemitsu. Silva Screen Records. 72 minutos. 15 euros

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