ensayo Carteles, grabados, fotografías y textos del siglo XIX ofrecen una imagen pintoresca del sur español

Un recorrido en el tiempo por la Andalucía más romántica

  • El Centro de Estudios Andaluces publica 'Viaje a un Oriente europeo', una obra que realiza una trayectoria por los orígenes de la industria turística en esta comunidad

"El turismo en Andalucía tiene una gran importancia pero no se conocen bien sus orígenes", considera Antonio Zoido, uno de los autores junto con los también historiadores Luis Méndez y Rocío Plaza del ensayo Viaje a un Oriente Europeo.

Se trata de una cuidada edición publicada por el Centro de Estudios Andaluces junto con la Consejería de Turismo, Comercio y Deporte que recopila carteles, grabados, ilustraciones y fotografías históricas así como numerosos textos de la época ofreciendo una imagen pintoresca de la Andalucía del siglo XIX.

Este proyecto surgió hace unos años fruto del interés común de sus autores por dar a conocer la aparición del turismo andaluz, su desarrollo y su conversión en un punto de principal atractivo para los viajeros de la época. Según Luis Méndez, se trataba de "revelar las claves de por qué Andalucía se convierte en el destino de viajeros extranjeros" .

Tomando como punto de partida la Gran Exposición Londinense de 1851, en la que España tuvo participación, el libro realiza un peregrinaje por el clima, el folclore y las fiestas andaluzas hasta 1929, año de la Exposición Iberoamericana de Sevilla que dio a conocer al mundo tanto España como Andalucía.

"Andalucía se había hecho con un nombre en Europa tras la Guerra de la Independencia", según Antonio Zoido, y eso era algo que no ocurría con otras regiones españolas. De este modo se van produciendo unos cambios sociales, políticos y económicos que dan lugar a la formación de "una especie de pequeña industria" fomentada por la aparición de las nuevas tecnologías de la época así como por la incorporación de nuevos medios de transporte como el ferrocarril y el barco de vapor.

La línea férrea que comunicaba Córdoba y Sevilla fue la primera que se abrió en 1859, convirtiéndose en un punto de paso obligado para los viajeros a pesar de sus críticas. Henry Blackburn, crítico de arte de la London Society, en su viaje por Andalucía en 1866 dijo de esta estación que se encontraba miserablemente equipada.

Con la llegada del ferrocarril y de los viajeros europeos se produjo una transformación en los hábitos de vida de los españoles que ven el viaje como una nueva forma de ocio y diversión. Como dice el propio Luis Méndez, "el viaje era un arte".

En la segunda mitad del siglo XIX comenzó una época de bonanza económica, que tuvo como consecuencia el crecimiento de la población y de la riqueza. "Andalucía era una comunidad que vivía en umbrales de pobreza y se va preparando para recibir a los viajeros", declara Méndez, que recuerda como surgió "un negocio improvisado, local" que tenía como objetivo satisfacer a ese turista extranjero.

El libro va configurando de este modo un imaginario andaluz que tenía sus tres joyas en los Reales Alcázares de Sevilla, los arcos de la Mezquita cordobesa y el patio de los Leones de Granada. Estas ciudades y sus monumentos se convirtieron en la inspiración de muchos autores extranjeros como W.G Clark o Eugène Poitou.

Aparece entonces la figura del guía que solían ser personas del lugar, auténticos charlatanes cuyos relatos tenían una mínima base de realidad. Pero también hubo eruditos locales, conocedores de sus lenguas de origen, procedentes de familias acomodadas, entre los que destacan Fernando White o José Lasso de la Vega, que acompañaban al extranjero en su recorrido por la ciudad.

A mediados del XIX comenzó la moda de firmar sobre los principales monumentos europeos donde los turistas dejaban constancia de su paso por ellos escribiendo su nombre en paredes o muros. Esto estaba ya mal visto por la prensa de la época que satirizaba dichas prácticas consideradas actos propios de los "esnob" que viajaban por el continente. Más tarde empezaron a utilizarse los libros de visitas a monumentos donde los viajeros registraban su paso por el lugar. Curioso es el caso de una señora llamada Rommer, que llegó a arrancar la hoja en la que estampó su firma Washington Irving.

La imagen del turista fue cambiando en Andalucía convirtiéndose en alguien cercano al que se "ridiculiza y admira". Vestido a la europea escrutando la realidad a través de sus lentes, su popularidad hizo que incluso se le representase en figura de barro vestido con traje azul, pañuelo y gorra. Tal fue su importancia que apareció en distintas películas, por ejemplo en María de la O de 1936, en el personaje de Mister Moore.

Mora y sultana, por sus circunstancias históricas y su legado árabe, Andalucía se transformó en el siglo XIX en la perfecta sustituta del viaje a Oriente, un territorio de aventura, bandoleros, contrabandistas, una atmósfera de placer y ensoñación que sedujo al viajero de la época pues, según Zoido, "Andalucía era un trozo de oriente en occidente". Para Méndez, este descubrimiento y atractivo por lo andaluz tuvo su origen en la burguesía europea que popularizó esa imagen romántica.

Más de un siglo después, el turismo es una actividad que se encuentra tan diversificada como el tipo de turista, y que se ha convertido en uno de los pilares de la economía andaluza.

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