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Crítica de Cine

Por las rendijas del deseo

Rachel McAdams y Rachel Weisz, a su derecha, como la hija del rabino.

Rachel McAdams y Rachel Weisz, a su derecha, como la hija del rabino. / g.h.

Las tres últimas películas del chileno Sebastián Lelio, Gloria, la reciente ganadora del Oscar Una mujer fantástica y esta Disobedience con la que da el salto al cine internacional, comparten el interés por personajes femeninos en circunstancias adversas y entornos hostiles, mujeres en todo caso decididas a romper las ataduras y saltar los muros que las atrapan, dispuestas a reivindicar su libertad, su deseo y tomar las riendas de su emancipación.

En el entorno de una comunidad judía ortodoxa de un barrio del Norte de Londres, el regreso de Ronit (estupenda Rachel Weisz) para acudir al entierro de su padre, el rabino tan querido por todos, activa la memoria de una relación paterno-filial conflictiva, el consecuente duelo y, muy especialmente, el renacimiento de un viejo amor prohibido de juventud que aún pervive.

Lelio cierra el encuadre sobre sus personajes, rebaja las tonalidades ya de por sí grisáceas e invernales del ambiente, escruta con detalle y precisión los rituales y se lanza una vez más al drama de los silencios y las miradas, los gestos y los desafíos, para levantar una atmósfera de tensión y deseo entre una comunidad rígida e inflexible y dos mujeres decididas a ser libres, entre dos mujeres y un hombre, ahora marido de una de ellas (Rachel McAdams, en un registro valiente) y futuro nuevo rabino (un Alessandro Nivola sorprendentemente contenido), que conforman un triángulo que condensa dramáticamente todo el peso de la tradición sobre la libertad individual de sus herederos.

Como ya ocurría en Una mujer fantástica, Lelio, también co-guionista a partir de la novela de Naomi Alderman, insiste a veces demasiado en quebrar el drama y forzar las hostilidades, tirando de esas argucias que acorralan a sus personajes más de la cuenta en busca de empatías e identificaciones elementales y con el riesgo de caer en cierto maniqueísmo ambiental.

Con todo, el repliegue de este triángulo hacia el ámbito más íntimo y personal, termina por liberar la historia de cierto esquematismo fuera/dentro, prohibido/aceptado. Aun así, habrá quien pueda pensar que, incluso en una circunstancia de emancipación relativa como la que plantea Disobedience, sigue siendo la palabra del hombre la que la hace posible.

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