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El repertorio ilimitado de la fantasía

  • En su último libro de relatos, 'Breviario negro', publicado por Ediciones Menoscuarto, el escritor granadino Ángel Olgoso vuelve a tocar todos los palos del género fantástico

La fantasía se entiende erróneamente como una forma de evasión de la realidad. Lo es. O suele serlo. Pero además de evasión es también invasión de, respuesta a, reacción contra dicha realidad. En todo momento. Si el escritor sólo puede escribir desde sí mismo (condicionado por su circunstancia personal) y desde su propia época (condicionado por unas coordenadas socio-culturales determinadas, determinantes), no importa que hable de otros mundos; esos otros mundos serán indefectiblemente una imagen distorsionada del propio. No importa que hable de vampiros, fantasmas o extraterrestres; estos monstruos serán únicamente artificios con que de manera consciente o no querrá mostrar o demostrar algo. (Téngase en cuenta que el sustantivo "monstruo" deriva del verbo "monstrare"; esto es, mostrar, enseñar, revelar). No importa si el escritor de turno nos habla de príncipes, princesas o dragones; al hacerlo estará hablando de sí y de su tiempo. Basta con descubrir qué o quiénes son realmente estos príncipes o estas princesas, basta con saber de qué son metáforas los dragones.

Salvo error, Ángel Olgoso, que lleva toda una vida consagrado al género fantástico en sus facetas más polémicas y poliédricas, no ha escrito nunca de príncipes, princesas o dragones, pero no importa. Sus ficciones, sus visiones, los sueños y las pesadillas, y los hombres y las mujeres que los viven o las sufren nos hablan del mundo actual tal cual lo entiende él a través del reflejo en el espejo. En una entrevista publicada en estas mismas páginas hace varios años, le preguntaba yo el porqué de esa predilección por el fantástico: "Porque me encuentro cómodo con lo extraño y responde a mi percepción de lo real -respondió-; porque no me interesa contar lo que le pasa todos los días a todo el mundo; porque el fantástico permite abolir el espacio y el tiempo, hacer posible lo imposible y escapar del repertorio limitado de la realidad; porque me gusta reinterpretarla y jugar con sus límites; porque la razón no agota las respuestas posibles; porque a la luz del fantástico podemos ver rincones apartados que permanecen entre sombras; porque, al ser mía una literatura de imaginación, me resulta mucho más nutritivo lo insólito que la áspera hogaza de la vida ordinaria".

Contraataqué -era mi obligación- diciéndole si no podría interpretarse aquello como una huida de la realidad. Olgoso contestó: "No se trata de un plan de evasión (y si lo fuera, sería de una huida de los lugares comunes), ni siquiera de una modesta magia contra la opresión de una realidad vulgar, asfixiante o aterradora; es revelación e iluminación, ya que el fantástico amplía el foco sobre la realidad, permite acercarse a las cosas con mayor audacia y llegar a los rincones más increíbles". Y añadió después: "Por muy terribles que sintamos hoy los efectos de la delincuencia desatada de políticos, ejecutivos bancarios, empresas eléctricas o especuladores de toda laya, es sólo una espuma cíclica y pasajera, dolorosa pero pasajera. Explorar otras posibilidades, otras perspectivas inéditas, otras dimensiones, lo que hay de eterno más allá de lo cotidiano, es la verdadera misión del relato fantástico" (Granada Hoy, 4 de diciembre de 2009). A pesar de la desazón que me producen términos como 'revelación' e 'iluminación', reconozco que son unas reflexiones hondas, bien argumentadas, que comparto en sus líneas generales. Pero no hasta el extremo de desdecirme. Si la fantasía nos provee de madera con que ensanchar el escenario cuando éste se nos queda pequeño, no nos ha sido concedida la posibilidad de cambiar de teatro.

La lectura de Breviario negro (Ediciones Menoscuarto), cuarenta y una ficciones, todas ellas diversas, todas embriagadoras, deslumbrantes, me reafirman en mi opinión de que lo fantástico es sencillamente una expresión de lo fantasmático (lo inconsciente) y que ese derroche de fantasía, esa multiplicación de mundos, esa inflación de personajes forman parte de su personal cruzada contra la indigencia de la realidad, contra la reducción de nuestro horizonte vital a unos mínimos preocupantes, contra la devaluación del individuo en la sociedad hodierna. Olgoso no recurre al ilimitado repertorio de la fantasía para escapar del entorno sino para plantarle cara. La estética barroca -Olgoso practica un muy interesante neobarroquismo- ha respondido siempre al deseo de transformación de la realidad, a veces a través de la pura y dura exasperación. En Breviario negro abundan los relatos de trasfondo apocalíptico, la sensación de asfixia y acabamiento, los protagonistas insatisfechos con su suerte o acosados por el infortunio. Son ficciones que retratan con sentido y sensibilidad la angustia del ciudadano de hoy, a la deriva o a merced de superestructuras implacables. Ángel Olgoso es un escritor lúcido, honesto, y no nos hace albergar falsas esperanzas. Si él escribiera sobre príncipes, princesas y dragones no está claro que el príncipe llegue a tiempo de salvar a la princesa, ni que la princesa espere cruzada de brazos la llegada del príncipe, ni que el dragón muerda el polvo con una espada de acero clavada en el corazón. No es tiempo de finales felices.

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