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La segunda oportunidad

Playing For Change. Fecha: martes 17 de julio. Lugar: Parque del Majuelo. Aforo: 1.000 personas.

Playing For Change se ha convertido ya en una de esas historias solidarias que reconcilian a la industria con el público, un acontecimiento tan del gusto de los medios generalistas que hasta se cuela en esos telediarios que apenas tienen tiempo para dedicar a la música, salvo que haya detrás una carga de humanidad tan ejemplar como esta. Y eso si que no tiene precio -y hable en términos exclusivamente monetarios- en el mundo global de noticias apresuradas donde la actualidad se recicla cada diez minutos. Dando por sabida, pues, la génesis del proyecto, solo quedaba sentarse a comprobar hasta que punto el impacto que causó en Mark Johnson la interpretación de Stand by me a cargo de aquel músico callejero en Santa Mónica, California, justificaba la creación de una macro banda multicultural como la que abrió la XXV edición del Festival de Almuñécar. Y si la causa benéfica (montar escuelas de música en zonas empobrecidas) es de alabar, el resultado musical no pasa de correcto y voluntarioso. Grandpa Elliot, el más veterano de los componentes, es un armonicista y cantante de blues que en su juventud conoció tangencialmente la primera división del Rhythm&blues, pues incluso llegó a editar algún single en los 60, pero que, hastiado de la gran ciudad y, sobre todo, de las puñaladas traperas del show business, decidió volver a su Nueva Orleáns natal para ganarse la vida como músico callejero. Jamás habría vuelto a salir de su esquina si no se hubiera cruzado en su camino el proyecto Playing For Change. Es el ejemplo al que nos referíamos, esa segunda oportunidad que entusiasma a los productores de reportajes televisivos con interés humano. Algunos vinieron atraídos por su nombre, con la vana esperanza de que allí se destilaría blues genuino, del que ya no se comercializa, pero bastaron los primeros temas para darse cuenta de que la propuesta de la banda iría encaminada a contentar a todos los públicos con una previsible mezcla de músicas globales, lo que venía a ser una pachanga algo glorificada por su encomiable fundamento. Así el repertorio se iba nutriendo de música africana, algo de blues, unos toques de gospel, bastante reggae, un par de baladas soul y algún guiño funky espolvoreado con sabor latino. Y por supuesto todo ello interpretado con oficio pero sin descuidar los clichés de cada genero, algo fundamental para contentar a las familias. Todo fue bien recibido, aplaudido y bailado, pero especialmente los temas más conocidos como las versiones de A change is gonna come, el himno racial con el que Sam Cooke mostró el camino a Marvin Gay, la emocionante I'd rather go blind, o las del imprescindible Bob Marley cuando se trata de garantizarse el éxito global, Three little birds o One love. Y, por supuesto, la carta de presentación de la banda, Stand by me, a la que se adaptó el estribillo para que pudiera cantarse en castellano, como "quédate conmigo".

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