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Con segura proyección

Referirse de nuevo a lo que acontece dentro de las estancias del viejo manicomio de Granada es volver a insistir en los adecuados planteamientos que deben regir una Facultad de Bellas Artes moderna, con criterio y amplitud de miras. Eso se consigue con un profesorado implicado y garante de una profesión que debe, siempre, crear inquietudes artísticas en los alumnos y no, como ocurre en otras muchas, quedarse en el mero objetivo de formar Licenciados, futuros profesores de Dibujo - ahora con los recortes de don Mariano y la galopante miopía del ministro Wert, ni siquiera eso -. La Facultad de Bellas Artes granadina, desde sus comienzos, apostó por una enseñanza artística acorde con los tiempos; algo que se constata en los importantísimos nombres que de sus aulas han salido y que copan lo más selecto del arte que, actualmente, se hace en nuestro país. Y eso gran culpa la tiene ese profesorado animoso que busca lo mejor para sus alumnos y no, lo que habitualmente era norma: el refugio seguro de unos mediocres artistas en una enseñanza universitaria que enmascarase su patente medianía artística. Ya hemos asistido complacidos a varios ejercicios de trascendencia formativa encaminada a plantear futuros esquemas profesionales, El trabajo de Carmelo Trenado, Marisa Mancilla, Simón Zábell, entre otros, es ejemplo de cómo promover sabios proyectos entre sus alumnos. Ahora, alumnos de tercero y cuarto de Pintura, auspiciados por los profesores Teresa Fernanda García y Jesús Díaz Busero, realizan esta muestra con la abstracción como germen conformador. Muy buen asunto para saber a qué se debe uno atener en un medio tan complejo.

La exposición, de variados planteamientos estéticos, siempre con la ausencia de representación como modo actuante, nos conduce por los amplios esquemas de lo abstracto, desde la forma evocada, hasta simples y racionales posturas reduccionistas; todo manteniendo el hilo conductor de lo formal como estamento potenciador del discurso pictórico.

Telma Barrantes centra el argumento plástico en la sutileza del hilo y la seda provocando sensaciones de máximo poder evocador. Lucía Bautista asume un apintura de muy pulcra estructuración y exquisita formulación. Lucía Burgos diluye las fronteras entre la figuración y la abstracción con una pintura de poderoso expresionismo colorista. María Castro fragmenta los espacios en un juego de asimetrías en las que la forma cromática interviene con sus gestos diferenciadores. Blanca Domínguez nos introduce en una maraña onírica, buscando romper la línea entre lo real y lo presentido. Raquel López acentúa el poder de la forma mediante sutiles campos de color potenciados con la línea sinuosa de una grafía inquietante. Patricia López Magadán plantea un discurso de clara y acertada posición abstracta. Lourdes Lucena recrea una escenografía donde la materia adopta posiciones con un máximo poder evocador. Anabel Maldonado compartimenta los espacios difuminando el sentido de la realidad y abriendo infinitas vías significativas. Liliana Muñoz nos conduce por un esencial expresionismo donde los gestos cromáticos posibilitan escenarios de imposibles. Pablo Palomo asume, con su reduccionismo absoluto, la síntesis de la forma abstracta haciendo posible la máxima minimalista de que lo menos siempre es más. Carmen Ríos se decanta por un juego de geometrismos con referencias suprematistas, pero sin la esencialidad de aquellas. Por último, Alba Sanjuán, conjuga el poder de la materia con esquemas sensoriales muy bien definidos.

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