‘Subsuelo’ o la proximidad del mal

El andaluz Fernando Franco estrena en los cines su cuarto largometraje como director, adaptación de un libro de Marcelo Luján y un ‘thriller’ que ahonda en el lado más turbio de la institución familiar.

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Fernando Franco y Begoña Arostegui recogieron el premio al mejor guión en la Seminci. / Nacho Gallego / Efe
Braulio Ortiz

07 de noviembre 2025 - 06:31

Subsuelo, el cuarto largometraje como director de Fernando Franco, arranca y ambienta la mayor parte de su acción en una casa con piscina ubicada en la sierra, un escenario que en un principio invitaría a la ligereza de los veranos, pero la tensión que se respira entre los personajes en el prólogo ya augura que la aparente armonía durará poco. Un accidente marcará los destinos de Eva (Julia Martínez) y Fabián (Diego Garisa), dos mellizos al borde de la mayoría de edad esa noche fatídica. Apoyado en la novela homónima de Marcelo Luján, el director de Morir y La consagración de la primavera explora aquí la maraña de secretos y mentiras que se teje dentro de una familia, el peso que la culpa ejerce sobre nosotros. Temas que asoman por un thriller que llega hoy a los cines tras lograr en la Seminci el premio al mejor guión, escrito por el propio Franco y Begoña Arostegui.

“Me atraen los temas de los que no se suele hablar demasiado”, reconoce el ganador del Goya a la mejor dirección novel y el premio especial del jurado en San Sebastián por La herida, un debut que ya anticipaba la valentía de un creador atraído por las dolorosas verdades que oculta la intimidad. En su filmografía como realizador, Franco ha tratado el trastorno límite de la personalidad o la convivencia con la enfermedad de una pareja. “Esa oscuridad no siempre es pretendida: en La consagración de la primavera hablaba de la sexualidad en una persona que tenía parálisis cerebral (Telmo Irureta), y mucha gente me decía que era un argumento incómodo. Algunos espectadores creían turbio algo que no tenía por qué serlo”.

Pero para el sevillano, las películas pueden ser una toma de conciencia: “Pienso en alguien que tenga una persona cercana que se autolesiona o padece un trastorno de personalidad, esa persona igual no es consciente de lo que ocurre en su entorno porque no conoce tanto el problema. Una historia como La herida puede ponerle sobre la pista”, sostiene Franco, que en Subsuelo se propuso investigar “el abuso, en un sentido amplio que engloba tanto el abuso de poder como el abuso físico”.

El cineasta suscribe “esta idea hitchcokniana de que el mal acecha en cualquier esquina cotidiana, la certeza de que el horror está a nuestro lado. Me inquieta más eso que el terror puro y duro, más fantástico”, prosigue Franco. “No sé si es por el mero hecho de la dualidad, por esto del yin y el yang, pero la relación de dos mellizos es un punto de partida muy potente. En la novela de Marcelo Luján hay una frase que tiene que ver con esto, y que dice que ese cordón umbilical igual que te une te puede estrangular. Hay algo de eso, una unión forzosa que puede generar dinámicas complejas”. Tan complejas que el personaje al que la vida ha destinado el papel de víctima se comporta como un verdugo: “Con Diego Garisa trabajamos que no fuese el malvado de manual, queríamos que el público entendiera que el tipo arrastra una herida mal gestionada, que su maldad no sale de la nada”.

“Estoy con Hitchcock en esa idea de que el mal, el horror, acecha en lo cotidiano”

Franco, que participa este domingo en un coloquio tras la función de las 19:15 en el cine Avenida de Sevilla, descarta que Yorgos Lanthimos y su querencia por la perversión hayan sido una influencia. “Me han dicho mucho su nombre en las entrevistas, pero yo no lo tenía en la cabeza. Mis referencias pasaban por Chabrol, esas intrigas a plena luz del día mientras se escuchan las chicharras, y por La sombra de una duda de Hitchcock y El fotógrafo del pánico de Michael Powell”, señala. “De hecho, en la película, deliberadamente, hay una intención de rodar de manera más clásica, con maquinaria que no había utilizado en mi vida. Yo era más de cámara al hombro y no había usado ni un trípode, imagínate grúas, steady, cabeza caliente... Las escogí no por la cacharrería en sí, sino porque me permitían algo más estilizado, con unas formas más limpias, aunque lo que estemos contando no fuese precisamente limpio”.

La carrera de Franco no se limita a la dirección, y como montador (siete veces nominado al Goya) ha colaborado en algunos títulos fundamentales del cine español reciente como Blancanieves, Que Dios nos perdone o Viaje al cuarto de una madre. En Subsuelo delega de nuevo, en esta faceta, en Miguel Doblado. “Miguel y yo somos amigos desde hace muchos años, y de hecho ahora que hemos estado en la Seminci vimos en una gala imágenes de archivo por el 70 aniversario del festival, y aparecíamos los dos como público en un coloquio de 1997. Nos conocemos mucho y hemos visto mucho cine juntos. Me fío de todas las propuestas que me hace, algunas de ellas inesperadas, porque siempre es bastante certero”, opina.

El andaluz, que ya ha rodado La luz, con Alberto San Juan, un proyecto que por ahora se mantiene en secreto, asegura que sus colaboraciones editando las obras de otros cineastas como Isaki Lacuesta, Pablo Berger o Celia Rico han conformado una valiosa escuela. “Yo estudié montaje, pero no dirección, y aprendí cómo se hacía una película en la sala de montaje:supe de puesta en escena o de dirección de actores y actrices, de fotografía, lentes y de diafragmas, viendo el material y estando con esos compañeros increíbles... Todos estos años de montaje han sido como asistir a un curso exclusivo de cómo hacer cine”.

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