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El tiempo a tiempo para Guillén

  • Rafael Guillén recibió ayer el galardón en un acto profundamente emotivo en el que repasó la historia literaria de la ciudad y retomó sus reflexiones sobre el tiempo.

Rafael Guillén, en lo literario, se atiene a la teoría del tiempo circular, al eterno retorno. Por eso terminó su discurso de recepción del XI Premio Lorca de Poesía por el comienzo de todo, con la lectura del poema que le dedicó a su madre en el quinto aniversario de su muerte, la persona que, desde la infancia, le introdujo "en el esplendoroso universo de la lectura y de la poesía". El acto celebrado ayer en el Auditorio Manuel de Falla fue el más emotivo de todas las ediciones, con el aplauso más sobrecogedor y la presencia de un gran número de poetas y amigos, muchos de ellos en las dos categorías. Rafael Guillén avisó al comienzo de su intervención que sus palabras, con 82 años recién cumplidos, iban a tener un tono elegíaco. Como primer poeta granadino en sostener la Luna lorquiana -la estatua de más de cinco kilos que se entrega al ganador-, el autor de Los estados transparentes rindió homenaje con su voz a todos los poetas, desde Soto de Rojas, que han contribuido a que en el estrado figurase un cartel que recordaba que Granada es Ciudad de la Literatura por la Unesco. "La vida literaria granadina, adormecida tras el asesinato de Federico García Lorca, despertó definitivamente a la poesía cuando, veinte años después, nosotros, los niños de la guerra, rompimos el silencio que desde entonces se había abatido sobre esta ciudad", explicó el escritor. Tras ellos llegaron Rosaura Álvarez, Antonio Carvajal, Juan de Loxa con Poesía 70, Álvaro con García Montero y Javier Egea en La otra sentimentalidad... Pero Guillén quiso detenerse en la década de los 50, para recordar la "dulzura y a la vez fortaleza" de Elena Martín Vivaldi; el "ingenio, no exento de dolorida humanidad", de José García Ladrón de Guevara; el "ancho corazón" de Julio Alfredo Egea, "poderoso poeta de la gleba y de los pájaros"; la palabra "encendida y alta" de José Carlos Gallardo; la "voz tronante" del cura Gutiérrez Padial; la "incesante actividad" de Miguel Ruiz del Castillo...

Con el tiempo en sus manos, Guillén volvió de nuevo a su infancia para recordar que la casa en la que nació, en la calle San Juan de Dios, esquina a calle Cardenal Mendoza, es la única que permanece intacta desde hace más de cien años . "Mi primer recuerdo, estábamos en guerra, es verme envuelto en una manta, transportado en brazos hacia la sacristía de la iglesia de San Juan de Dios, donde, según decía el sacristán, estábamos seguros si no nos caía la bomba", recordó un hombre que, en las décadas posteriores, viajó por el "universo mundo" para descubrir que "Granada es el más bello motivo para desear el regreso".

Hombre de letras y de ciencia, Rafael Guillén es uno de los pocos escritores que, en un momento culmen como la recepción de un gran premio de poesía, citan al físico y cosmólogo Stephen Hawking: "El universo no sólo tiene una historia, sino cualquier historia posible". "Cuando hablo del tono elegíaco de mi poesía, me refiero a que la poesía se alimenta de ese concepto que hemos inventado para andar por casa llamado tiempo, en el que vamos colgando nuestros actos a lo largo de la vida. O sea, la historia. Un tiempo que no existiría sin dichos actos", reflexionó el autor sobre una materia en la que también ha colgado sus versos en las últimas seis décadas. "Si traigo aquí a colación este tema tan interesante es tanto por lo que se refiere a mi pequeña historia -mi pequeña eternidad-, ya que lo considero eje central de mi poesía, como por lo que se refiere a la historia de la Granada de los últimos decenios. Todo en tiempo pasado, o sea, todo materia de elegía. Historias ambas que son la misma y que se diluyen, se anonadan, en una Historia, con mayúscula, en el seno de infinitas historias posibles", continuó el homenajeado, que quiso hacer partícipe de su Luna lorquiana a los otros dos autores granadinos que, como él, poseen el Premio Nacional de Poesía: Antonio Carvajal y Luis García Montero.

En su breve recorrido por la actividad poética granadina, quiso mencionar el manifiesto y primer homenaje multitudinario a Lorca en junio de 1976, además de las Jornadas Granadinas en la Unesco en 1977, de la mano de Paco Ramírez. También la fundación de la Academia de Buenas Letras de Granada o la creación el año 2009 del Ateneo, además de la actividad desarrollada por el Secretariado de Extensión Cultural de la Universidad, la Fundación Rodríguez Acosta, Casa de los Tiros, Centro Artístico, Ayuntamiento y la Diputación en la Casa-Molino Ángel Ganivet o el Festival Internacional de Poesía, espacios todos en los que Guillén ha participado en decenas de ocasiones en lecturas o presentaciones, muchas veces como protagonista y en otras sentado discretamente entre los oyentes. "Alguien dijo, yo lo he repetido en varias ocasiones, que todo en la vida es materia poética. Pienso que no es necesaria tal transmutación porque la vida misma es poesía. Y, como parte que es de la vida, la muerte también es poesía y, entre ambos extremos, lo que llamamos tiempo, sustrato que, como dije, yace en el fondo de toda poesía", disertó el autor de Los dominios del cóndor para sintetizar todas estas reflexiones con uno de sus versos: "París es triste. Todo lo bello es triste mientras exista el tiempo" . Y añadió: "Tiene un principio y tiene un fin: vida y muerte".

Por último, el ganador del XI Premio Lorca recitó dos poemas, "pues es conveniente que el poeta, de algún modo, justifique la base en la que se sustenta su teoría". El primero, Las cimas del jaleo, dedicado a la vida en una de sus "más genuinas" expresiones, el baile. "A su manera, es elegíaco, pues ya lo dijo Machado: Se canta lo que se pierde. Y lo hago en honor, cómo no, de Federico García Lorca. Data de los años sesenta, en los que la irresponsabilidad de mi juventud me impulsó a tocar el tema gitano, quizás sin otro acicate que el de salvar un obstáculo a todas luces insalvable. Acercarse en Granada al tema gitano, con una voz pretendidamente propia, sin caer en la abrumadora influencia de nuestro poeta universal, era algo así como suicidarse literariamente", confesó el autor que cerró su intervención con Poema escrito en el quinto aniversario de la muerte de mi madre. Como dice el propio Guillén, "tengo ochentaypocos años y voy para atrás: setenta, sesenta, cincuenta, cuarenta...". Ayer terminó con 26, justo la edad que tenía cuando escribió los versos a su madre, la que acunó su pasión por la literatura que ayer le hizo entrar en la historia como el primer granadino en ganar el Premio Lorca.

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