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Los últimos de Mozart

  • La Orquesta Barroca de Friburgo vuelve sobre Mozart con un disco que recoge los dos últimos conciertos del compositor

En 1992, la musicóloga americana Pamela Poulin hizo un importante descubrimiento al hallar en la Biblioteca Académica Letona de Riga anuncios y programas de tres recitales que Anton Stadler había ofrecido en aquella ciudad en febrero y marzo de 1794 con el Concierto para clarinete de Mozart en el repertorio. Aquellos anuncios incluían un grabado que reproducía un clarinete di basetto, instrumento al que el compositor dedicó la obra y cuya principal característica era la de poseer un registro grave más amplio que el del clarinete normal, un empeño (el de ampliar la tesitura del instrumento) en el que el clarinetista bohemio Anton Stadler y el constructor Theodor Lotz llevaban años trabajando y en el que habían embarcado a Mozart.

Las ediciones tradicionales del concierto ofrecían la obra arreglada para que pudiera ser interpretada con un clarinete convencional, aunque la nueva corriente de interpretación histórica buscaba desde hacía tiempo soluciones nuevas para restaurar la naturaleza original de la pieza, unas soluciones que facilitó el hallazgo de Poulin. Rápidamente se hicieron reconstrucciones del instrumento de Stadler/Lotz, y hoy es raro eludir este modelo en la interpretación de la obra, incluso cuando se toca con orquestas de instrumentos modernos. El Concierto de clarinete en la mayor K 622 es no sólo el último que salió de la pluma de Mozart, sino uno de los más populares de su autor. Terminado a principios de octubre de 1791, cuando al músico le quedaban apenas dos meses de vida, todo él está recorrido por una ternura que los Massin identificaron con un sentimiento de fraternidad masónico (Stadler era hermano de logia).

Lorenzo Coppola lo toca en este disco en un instrumento al que, por razones que se me escapan, llama clarinete de amor, aunque se dice basado en el modelo de Riga. Su interpretación es en cualquier caso de extrema dulzura y sensualidad, comparable a las mejores de una discografía muy exigente. Pero donde este disco da un salto excepcional es en la otra obra del programa, el último concierto para piano de Mozart (el nº27), escrito en la tonalidad de si bemol mayor y catalogado como K 595, una obra que el compositor anotó en su catálogo el 5 de enero de aquel 1791, último año de su vida.

Andreas Staier lo interpreta en una copia de un instrumento de Anton Walter con la maestría habitual, en la que confluyen la absoluta precisión de las manos, la destreza técnica, una musicalidad exquisita y una capacidad de matización que llega a los más nimios detalles en las cadencias, que son propias.

La Orquesta Barroca de Friburgo se confirma aquí como el conjunto con instrumental de época que más y mejor ha profundizado en el universo del Clasicismo. Con una formación de cuerda (5/4/4/3/2) muy parecida a la que utilizó en la grabación de las Sinfonías 38 y 41 con René Jacobs, el grupo de Gottfried von der Goltz deslumbra tanto por la sonoridad global (empaste, equilibrio, delicadeza en el fraseo, pura belleza hedonística del sonido) como por los detalles, que demuestran el impresionante nivel de ejecución técnica que han alcanzado los intérpretes barrocos.

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