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Lo viejo y lo nuevo

Animación, EEUU, 2011, 90 min. Dirección: Jennifer Yuh. Guión: Jonathan Aibel, Glenn Berger. Música: Hans Zimmer y John Powell. Voces originales de: Jack Black, Angelina Jolie, Jackie Chan, David Cross, Jeniffer Yuh, Lucy Liu, Seth Rogen, Dustin Hoffmann. Cines: Cinema 2000, Kinépolis, Multicines Centro, ArteSiete Alhsur, Vergeles.

A Hollywood no le queda otra que conquistar el último gran mercado mundial que todavía se le resiste: China. Más allá de su protagonismo en la carrera entre Dreamworks y Pixar por su trozo del pastel en el terreno de la animación digital infantil, Kung Fu Panda ha de entenderse también como producto global destinado a acercar mercados bajo la nueva fórmula de la hibridación multicultural y el exhibicionismo tecnológico con posibilidad de explotación en múltiples ventanas.

Así, la China legendaria y rural imaginada por los diseñadores de la compañía de Spielberg comparte todos los tópicos y clichés de las fábulas del viejo orientalismo con las asombrosas vibraciones sensoriales de ese nuevo parque de atracciones en el que ha convertido la imagen digital 3D, una montaña rusa por la que se precipitan, como es costumbre, un variopinto grupo de simpáticas criaturas de la fauna local antropomorfizadas y dotadas de emociones humanas, incluida la paz interior.

En esta segunda entrega de las aventuras del oso panda Po y su cuadrilla de guerreros salvadores el descubrimiento de las raíces y la propia identidad aportan el trasfondo adulto a un festín de set pieces virtuales que recuperan e intensifican el espíritu del slapstick, el cine de artes marciales, el wu xia pian y otros géneros del cine asiático popular para ponerlos a dialogar con la inevitable herencia plástica, las texturas y los efectismos de la era post-Matrix e incluso con las viejas formas de la animación artesanal con homenajes a las sombras chinescas o al anime bidimensional.

El resultado, pleno de color y sensaciones de vértigo, cómico, épico y triunfal a partes iguales, ofrece un poco más de lo que promete para tratarse de una secuela con síntomas de franquicia interminable: diversión, ritmo frenético, sentido autoparódico y altas dosis de atracción no apta para espectadores lentos de mirada.

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