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Ya no es villano pero sigue siendo favorito

Animación, EEUU, 2013, 92 min. Dirección: Chris Renaud, Pierre Coffin. Guión: Cinco Paul, Ken Daurio. Cines: Cinema Los Vergeles, Kinépolis, Serrallo Plaza.

Dos hallazgos sostienen esta película: la andanada contra los centros comerciales y resorts de toda clase y especie como guaridas del mal; y el papel casi protagonista que se da a esas divertidísimas criaturas que son los minions.

En el reino de la animación digital, sobre el que Pixar reina incontestablemente, Pierre Coffin y Chris Renaud, desde la escudería Universal, se han construido una sólida casita de ladrillo que, como la del cerdito prudente, resiste las poderosas ventoleras de Pixar, Disney o Dreamworks.

Que el malo se haya convertido en bueno no le quita gracia a la cosa. Conserva su aspecto siniestro y además está El Macho, el villano mexicano, para cargar con todas las maldades necesarias en el cine, y más aún en el de animación. La relación entre Gru y Lucy da un toque de comedia loca, como si fueran un Gary Grant feo y una Katherine Hepburn cursi. Los minions dan el toque de animación maravillosamente absurda a lo Warner. La reconversión de Gru en perseguidor de villanos da un toque de western o cine negro (los forajidos o delincuentes convertidos en sheriffs o detectives).

Sobre estas bromas con tipos, géneros y situaciones del cine; sobre este cuarteto -Gru, Lucy, El Macho y los minions-; y sobre un extraordinario diseño de criaturas y decorados descansa esta película.

Dada la importancia de los actores que ponen la voz e incluso inspiran las criaturas -nada nuevo en la animación desde los lejanos tiempos de Disney, Warner y Metro que crearon dibujitos como caricaturas o trasposiciones de actores reales (que en aquellos casos no ponían sus voces)- es fundamental el buen doblaje que Florentino Fernández y Patricia Conde hacen de Steve Carrell y Kristen Wiig.

Curiosamente hay quien ha reprochado a esta excelente película de animación ser demasiado infantil. La inteligencia, desde luego, no está reñida con la animación. Y ya hemos escrito otras veces que la animación digital parece haberse convertido en el refugio de la inteligencia cinematográfica americana. Pero inteligencia no quiere decir únicamente complejidad, seriedad o hasta tragedia. También puede querer decir ligereza, gracia, diversión.

Y esta película es inteligente, blanca e infantil; lo que no significa que aburra a los adultos que les acompañen. Salvo que en vez de adultos sean momias resecas, incapaces de reírse como cuando eran niños.

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