Actual

Un zoológico sin tapias

  • Firmada por el madrileño Juan Díaz Canales (guión) y el granadino Juanjo Guarnido (dibujo), la serie 'Blacksad' ha iluminado ya tres volúmenes con exquisitas historias

El hombre ha hecho hablar al mundo desde los tiempos en que él se expresaba únicamente con gruñidos. El padre sol, la madre luna y su retoños las estrellas poblaban de voces la bóveda del cielo. El hermano bosque y la hermana montaña tenían a menudo una confidencia importante. El rugido del tigre, el silbido de la serpiente o el balido de la cabra eran sustantivos; llamamientos, advertencias, plegarias que debían ser atendidas… Cuando olvidó el lenguaje de los animales, el hombre les concedió el suyo, ya mejorado, en fábulas mil protagonizadas por cornejas y cuervos, zorras y liebres, leones y asnos. Desde las del griego Esopo hasta las de nuestro compatriota Samaniego, pasando por las del romano Fedro o las del francés La Fontaine, estas fábulas han convertido el planeta en un zoológico sin tapias poblado de animales, pobrecillos, estigmatizados con los precios y lacras de la raza humana. ¿Para qué? Aquellas historietas, como los dibujos animados hodiernos, ilustraban casos útiles y cosas sensatas a niños y a no tan niños.

Los planteamientos del género continúan vigentes. Acabo de hablar de dibujos animados cuando, en realidad, lo que tenía en mente son los tebeos, el tebeo, uno en especial firmado por el madrileño Juan Díaz Canales (el guión) y el granadino Juanjo Guarnido (el dibujo): la serie Blacksad, que ha iluminado tres volúmenes ya, ojalá no se quede ahí. ¿Y quién es John Blacksad? Un gato negro, alto, de anchas espaldas y elegancia eminentemente felina; un tipo de ojos penetrantes y fino olfato que se gana la vida (y la expone) trabajando como detective privado en un universo animal antropomorfo, allá por la década de los 50 del pasado siglo; un cosmos urbano, sucio y amenazador, lejos de los valles de mazapán y melcocha del Planeta Disney. El detective gatuno está obligado a alternar con los sabuesos de la policía, las comadrejas del periodismo y las sabandijas de los bajos fondos; en fin, con alimañas de todo pelaje. ¿Cuál es el proyecto existencial de Blacksad? Cada mañana se promete llegar a la noche con los menos rasguños posibles; cada noche, ver el siguiente amanecer.

John Blacksad se presentó en sociedad en el año 2000 (primero en Francia, luego en España, a continuación en el mundo) con una historia deudora del romanticismo cáustico de Raymond Chandler, que merecería los elogios del maestro Will Eisner. En Un lugar entre las sombras (2000), Blacksad investigaba por su cuenta y riesgo el asesinato de una famosa gatita de Hollywood con quien tuvo un flirteo en el pasado; las pesquisas apuntan a un pez gordo de la ciudad, aunque no será pez, sino un batracio de ojos saltones el autor del crimen. En Arctic-Nation (2003), a raíz del secuestro de una niña negra, el detective tendrá que vérselas con una organización patriotera y racista a imagen y semejanza del Ku Klux Klan. En Alma roja (2006), la tercera entrega de la serie, se da entrada a la psicosis anticomunista y la paranoia atómica típicas de la Guerra Fría. El lugar y el tiempo de la acción, es la verdad, ofrecen material narrativo a manos llenas.

En su descargo diremos que las ficciones ideadas por Juan Díaz Canales en ningún momento pretenden ser 'originales', sino evocar viejas películas en blanco y negro y relatos del hard-boiled más radical: Dashiell Hammett, Jim Thompson, Mickey Spillane y Chandler, por supuesto. Son historias concisas, punteadas de frases cortas, de frases lacónicas, de frases contundentes, a menudo afortunadas. El plato fuerte, sin embargo, es el dibujo de Guarnido, suficientemente poderoso como para suplir las limitaciones del libreto más flojo y eclipsar el más brillante. Es un auténtico placer demorarse en sus viñetas, en busca de los detalles del escenario, el atrezzo o el plano que se nos escaparon en la primera lectura, en el primer visionado.

La palma se la lleva su diseño de personajes. Sencillamente portentoso. Recuerdo el gorila púgil, el cerdo barman o la morsa gritona que dirige unos grandes estudios desde un escritorio atiborrado de teléfonos, ceniceros y carpetas de Un lugar entre las sombras. La sensación era que tales personajes debían pertenecer forzosamente a esa categoría animal; Juanjo Guarnido hacía 'imprescindibles' estas elecciones.

La fábula suele coronarse con el festón de una moraleja, siempre pertinente. ¿Cuál es la de Blacksad? Que vivimos en un mundo violento en el cual, como dice el protagonista con no poca cautela, lo mejor es no tentar a la suerte comprobando si los gatos realmente tienen siete vidas.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios