Mucho he criticado el tanto de irresponsabilidad colectiva que volverá a convocarnos en elecciones el dos de diciembre. Lo siento. Dicho queda en numerosísimas ocasiones y soy preso de mis palabras. Pero esa irresponsabilidad colectiva genera un grave daño a una sociedad de cada vez más escasos y olvidados valores. Aposté por reconvertir lo que heredamos, por levantar la alfombra, por limitar las estancias palaciegas a no más de dos legislaturas.

Repito que no quería posicionarme, pero anteriores reflexiones me delatan. Don José Moratalla me lo enseñó. La señorial imagen que otorga a la clase política en general, y, en especial, a quien únicamente utiliza dos legislaturas para labrar su historial de servicio público. Lo demás, como diría un castizo, es apoltronarse.

Necesitamos profundidad y anchura de banquillo. Andalucía lo necesita. No conoce varón más que el socialista en este periodo democrático. Mérito de unos. O demérito de otros. No lo sé, ni creo que sea de interés ahora buscar las causas que lo motivan. Es más; las dos conclusiones encuentran cabida en nuestro pasado reciente. Pero no creo que como táctica y defensa de nuestra tierra, deba llevarse mucho más allá. Hasta ahora, en los inicios hubo de todo y todo motivó nuestro voto. Desaparecidos ancestrales miedos, hoy nuestro pueblo medita en la propuesta electoral de Diciembre la necesidad de un cambio. Aunque solo sea como con los detergentes: por la necesidad de comparar.

Muchas veces me he preguntado qué es lo que en realidad sucede en las elecciones autonómicas. Por qué en otros procesos electorales, nos mostramos capaces de conciliar distinto sentido a nuestro voto, y sin embargo, en las elecciones andaluzas, somos incapaces de alterar ni tan siquiera el sentido de un mandato cuatrienal. Algunos apuntan a un voto cautivo, aunque desconozco la fórmula que permita mantenerlo más de cuarenta años. Puede que sea el propio sentir andaluz. Su gracia. Su quejío, sí, pero, "virgencita virgencita, que me quede como estoy". No lo sé. Ni tampoco se me antoja esencial descubrirlo.

Me pregunto si esa absoluta ausencia de competencia habrá incluso lastrado nuestro propio crecimiento como autonomía rica y variada. Cuarenta años son muchos años. Que se hace necesario un cambio, no tanto, repito, como crítica y demérito a lo producido, sino como medio para poder comparar y dar paso a nuevas actitudes. No lo sé, pero lo proclamo como una necesidad imperiosa de nuestro tejido y educación democrática. Será el momento de la pausa, de la tranquilidad, de valorar si es o no necesario un intercambio de interlocutores, de nuevas estrategias políticas en un sistema que hasta ahora, no ha conocido otros.

No es ni mucho menos una crítica al socialismo andaluz que mucho ha aportado y que así deberá reflejarse en nuestra historia. Tampoco lo es a Susana Díaz, que ha reflejado una forma de entender España y Andalucía que le otorga una imagen diferenciada del socialismo nacional, digna de agradecer y que siempre irá en el apunte de sus méritos. No es nada de eso. Es, simplemente, higiene democrática. Que la memoria de Andalucía sea multicolor, que conozca distintas formas de creer y crecer. Porque hoy nadie duda de ello.

Andalucía merece un cambio. ¿Cuál? Eso lo deciden Vdes.

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