Análisis

carmen pérez

Universidad de Sevilla

Caminos en marcha

El miércoles, el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo decidió poner formalmente en marcha la fase de investigación de un proyecto de euro digital. El objetivo es conseguir diseñarlo, emplearse de lleno hasta contar con un producto comercializable. La decisión final de emitir, o no, vendrá después, una vez que esté listo para poder empezar a utilizarse.

El camino viene de largo. El octubre pasado, el BCE lanzó una consulta pública -que estuvo abierta durante tres meses- para que cualquier ciudadano o entidad pudiera remitirle sus sugerencias al respecto. Paralelamente, comenzó un trabajo experimental para evaluar su viabilidad tecnológica. En abril, presentó un informe con los resultados al Parlamento Europeo. Y, esta semana, se ha dado este paso más para conseguir que en la era digital los ciudadanos y las empresas sigan teniendo acceso al dinero del banco central, la forma de dinero más segura.

Ha llegado el momento de tomar decisiones sobre las cuestiones más peliagudas, y se han dado un plazo de 24 meses. Hay que decantarse por una determinada tecnología, que tiene que ser capaz de procesar los 300 mil millones de transacciones minoristas realizadas en la zona del euro cada año. Podría utilizarse una infraestructura como la que utiliza el eurosistema para los pagos instantáneos (TARGET Instant Payment Settlement), elegir una tecnología de contabilidad distribuida (blockchain) o incluso combinar elementos de ambas.

También, hay que optar por procedimientos -desde la segregación de datos hasta el uso de técnicas criptográficas-para proteger la privacidad, pero que no facilite actividades ilícitas. Asimismo, el sistema utilizado debe permitir el almacenamiento local en el dispositivo del usuario y que los pagos puedan realizarse cuando no se está conectado. Del mismo modo, resulta fundamental que se limite la cantidad de euros digitales en circulación, que sirva como medio de pago y no como forma de inversión: la posible huida de los depósitos bancarios a las cuentas de euros digitales -más seguras-pondría en juego la estabilidad financiera.

Pero no sólo se está recorriendo este camino, hay otro paralelo en marcha: someter a las monedas virtuales privadas. Hasta ahora, el dominio de las monedas soberanas ha sido total y el dinero ha circulado por las (casi) controladas tuberías bancarias. El bitcoin y otras muchas criptomonedas están poniendo todo en jaque y los bancos centrales no van a permitir ni que cojan protagonismo ni que se organicen nuevos canales por los que se mueva el dinero de forma anónima y descontrolada.

China, India, Nigeria y Turquía, que suponen el 40% de la población mundial, las han prohibido completamente. EEUU, Reino Unido, los estados de la Unión Europa y otros muchos países no dejan de ponerles coto. La regulación avanza. La fiscalidad se impone. En España se ha dado un paso más esta misma semana: las plataformas quedan obligadas a informar de los saldos y de los titulares de las criptomonedas que custodian.

Estos dos caminos en marcha no suponen una represión de la libertad, como algunos aducen, sino que tratan de evitar el caos: las criptomonedas privadas tienen potencial para que todo nuestro mundo se desmorone.

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