Análisis

Francisco González García

Socio del Granada CF

Cancerbero con infante

Era Ñito mi ídolo de infancia y de muchos chavales de entonces

La fotografía que ilustra esta columna tiene 52 años. Fue tomada un 13 de abril de 1969 en el estadio El Arcángel, el antiguo estadio del Córdoba. Se jugaba la penúltima jornada de la primera división de temporada 1968-1969. El partido finalizó con empate a uno. El Córdoba estaba ya descendido y el Granada CF acabaría en mitad de la tabla, octavo en una primera que por entonces tenía 16 equipos. Aquella temporada del 1968-69 fue la primera de las ocho consecutivas, hasta la 1975-1976, en que se mantuvo el equipo en Primera División. El periodo más largo de su historia hasta entonces y hasta ahora. Aquellos llamados gloriosos 70 fueron durante casi dos generaciones la referencia para mantener con vida a un equipo que tardaría 35 años en regresar a la Primera División, tras aburrirse y aborrecerse en la Segunda División B por años y años, perder multitud de liguillas de ascenso y casi desaparecer tras un descenso por deudas a la Tercera División en la que tuvo que sobrevivir por cuatro temporadas. Todo eso está escrito. No les canso más, aunque siempre es bueno recordar.

En esa fotografía, y esa es la razón por la que escribo estas líneas, aparece el guardameta del Granada CF: Antonio Cipriano González Rivero; Antoñito, Ñito. Lleva en su pecho el escudo ancho que se estilaba en los años 60, no tan estilizado como el actual que vemos orgullosos en las bufandas de la Europa League. En su mano derecha llevaba una gorra, la usaba para proteger sus ojos del sol, siempre traicionero en las salidas y en los despejes que hubiera de realizar. Era Ñito mi ídolo de infancia y de muchos chavales de entonces. Ñito siempre aparece rodeado de pequeños en muchas fotos de la época. Algunos aficionados le gritaban: "Cipri", que parece que no le gustaba mucho. Era un portero que hacía excursiones fuera del área cuando aquello era una maldición en esos años. Era excéntrico, quizás aún más loco de lo que están locos todos los porteros, guardametas o cancerberos. Ese jugador que juega a todo lo contrario que el resto. A evitar la esencia del fútbol, el gol. Con su mano izquierda, inmensa me parece, se recoge sobre la mejilla de un chaval de apenas 7 años que lo tenía por un gigante y que probablemente lo imitaba en el colegio.

Ñito falleció el mismo día, cosas de la casualidad o del destino o de los dioses inmortales, en que el Granada CF hacia historia jugando contra el Manchester United. Pareciera que el mes de abril siempre se cruza en la historia del Granada CF, incluso para despedir a un protagonista de una parte de aquella historia grande del equipo.

En aquel abril de la fotografía eran las cinco de la tarde y el partido iba a comenzar. De algún modo estaría concertado el encuentro entre el cancerbero y el infante. El niño saltó al campo y se hizo esa foto que luego estuvo años pegada a una pared y siempre guardada con cariño. Era otro fútbol en que acercarse a las figuras era posible para los niños. Ahora te cobran 90 euros por una camiseta. Ese niño vería el partido subido en las tapias que se vislumbran al fondo y recordará remotamente que el Granada empató.

Entre todas las personas que se ven en la preferencia, al fondo, está la persona más importante de esa fotografía. Es una figura anónima, el padre de ese niño. No podrán identificarlo. Esta ahí esperando que su hijo vuelva con el sueño logrado de retratarse con Ñito. Y ahí, con seguridad, está la semilla de amar esos colores y seguirlos sea cual sea la categoría en que se juegue. Ayer fue en la Tercera División, hoy en Europa y mañana donde se tercie. Ya no soy ese chavalín de la foto, soy un padre que siempre empieza abril con buenos recuerdos. En ocasiones el fútbol, como la vida, es amorosamente caprichoso.

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