La serie HIT es de las que debe producir una cadena pública (que como su nombre indica se deben a su jefe, que es el público, el contribuyente; no los políticos). Series que reflejan una preocupación social latente y que a través del juego de la ficción propone resortes de debate. En el caso de la violencia y falta de autoridad en los institutos, consentida por unos pocos padres y lo que es suficiente para desarmar y desmotivar, HIT fantasea con un profesor terapeuta exagerado y pasado de vueltas de escepticismo pero sus situaciones van a contribuir a que en las familias se hable ante la pantalla y se converse después. Con tino (alguna vez tiene que pasar) TVE ha preparado un debate nocturno posterior con la radiofónica Mamen Asencio.

Este drama juvenil huye del simple postureo de otras series del género, comoÉlite, y más que un muestrario de ídolos desnudos en formación trabaja más con psicología de los adultos y los alumnos. Detrás de esta creación de La 1 está la misma productora de Cuéntame, Ganga, y en los guionies, Joaquín Oristrell, que llega a permitirse un cameo en el primer episodio. Se ha trabajado con efectismos pero sin hacer irreal el relato y la mayoría de las interpretaciones lo hacen creíble rozando lo aparatoso.

Los nuevos problemas de convivencia en los institutos españoles (móviles, las malditas redes y whatsapps, el racismo, el clasismo, el matonismo) van a ser tratados en HIT y era conveniente. Pero ahora resulta que en nuestra realidad de 2020 las prioridades de los padres y profesores se han reorientado frente a la pandemia.

La ficción sobre la actualidad en general retrata su contexto con unos tres años de retraso. En el caso de lo que estamos viviendo, HIT se ha visto superada por los acontecimiento como si fuera de otra década.

Pero es necesaria, útil, interesante y el espectador percibe que es tratado con dignidad de ciudadano. En fin, es televisión pública, ese concepto tan transparente que es sometido a debates ensuciados y perversos.

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